Con suela de cromo o cuero, con tacón alto o bajo, zapatillas, sandalias o zapatos cerrados, con charol o cabretilla... Las posibilidades son cada vez mayores para los aficionados y profesionales del tango, que dedican a esta prenda una atención primordial porque son conscientes de que el calzado es lo primero que se mira en un bailarín.
Igual que ocurre desde hace décadas con las letras, la música y los bailarines, Argentina ha encontrado en la fabricación y exportación de calzado de tango una nueva ventana al mundo para una de sus señas de identidad, aunque son sólo unos pocos los fabricantes que conocen el secreto de este arte.
Victorio Zingale, porteño de origen italiano, lleva más de 60 de sus 75 años dedicado a la confección de calzado, pero fue el pedido de un milonguero a comienzos de la década de los 80 para que arreglara las puntas de sus zapatos de tango lo que le hizo introducirse en esta especialidad.
Al principio compaginó los pedidos con su trabajo como zapatero tradicional, hasta que a finales de la década decidió centrarse exclusivamente en la producción de los zapatos utilizados en una de sus pasiones: el tango.
Cinco sacrificados años recorriendo noche tras noche todas las milongas de Buenos Aires, le sirvieron a Victorio para darse a conocer e ir descubriendo cada una de las necesidades de los bailarines, explica en una entrevista con EFE.
Así, durante 15 años se dedicó a desarrollar su propia línea, que vendía tanto a mayoristas como a los propios bailarines, hasta que en el 2004 decidió abrir su propia tienda y ser únicamente él y su equipo los que vendieran sus diseños.
El secreto de su éxito ha sido entender las necesidades de los milongueros y permitir, tanto a aficionados como a profesionales, confeccionar sus zapatos a su gusto: pueden elegir el diseño y el material para sus zapatos a medida.
De esta forma, la inmensa mayoría de los entre 15 y 20 pares de media que se realizan a diario en su taller de Mataderos, barrio tanguero del suroeste de la capital argentina, son diferentes, ajustados a las necesidades de cada cliente.
De exportación
Hasta hace poco la mayor parte de la clientela era argentina, pero cada vez son más numerosos los pedidos de países como España, Italia, Alemania, Suiza, Gran Bretaña o Canadá, a los que recientemente se les ha unido Rusia, Eslovenia e incluso Turquía.
"En el extranjero no hay fabricantes de zapatos de tango, y si los hay, son muy poquitos, ésta es nuestra creación", apuntó Victorio.
La confección del zapato de tango comienza con el 'cortado' de las alrededor de 40 piezas que componen cada par de zapatos en el material elegido por el cliente, para lo que se utilizan diferentes moldes.
Cuando el cortador tiene preparadas todas las piezas, se las pasa al aparador, que las cose creando lo que se conoce como un 'corte', que en una tercera etapa, denominada 'armado', se monta sobre la horma con unos pequeños clavos llamados 'semillas'.
A continuación, se pega la suela, que puede ser de cuero de vaca o de cromo antideslizante, recortada al contorno de la horma, primero de forma manual y, posteriormente, con una máquina específica.
La etapa final, el 'empaque', consiste en sacar el zapato de la horma, clavarle el tacón, pegarle la plantilla, realizarle una limpieza total y pintar todos los bordes, tras lo que queda listo para ser despachado.
Los bailarines pueden optar por varios tipos de calzado de tango, con diferentes materiales que hacen que el precio de cada par pueda variar considerablemente.
Todo bailarín de tango debe tener, como mínimo, unos zapatos clásicos, cerrados, de cuero negro y suela de cromo antideslizante, que rondan los 78 dólares, y a partir de ahí se abre un amplio abanico de posibilidades.
En Calzados Victorio venden tres pares para ellas por cada uno de hombre.
Finanzas
15 sept 2009 - 5:00 a. m.
Zapatos de tango: arte y negocio con sello argentino
No es fácil encontrar fuera de Argentina, quien haga el calzado para el tradicional baile, pero hay zapateros que exportan a España, Alemania, Suiza, Canadá e incluso Rusia.
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