El presidente Juan Manuel Santos ha mostrado en la adversidad del resultado del plebiscito un talante acorde con las circunstancias. Recibir el Premio Nobel de la Paz es una recompensa a esto, y a todo el esfuerzo y la persistencia para lograr el Acuerdo de Paz.
Ante el panorama que enfrentamos, todos los colombianos tenemos que aportar para que lo que se ha obtenido hasta ahora no se quiebre. Creo firmemente que existe una transacción, en la cual hay escenarios posteriores al desenlace del plebiscito que no suman cero (el resultado ‘suma cero’ es el que da un convenio en el que todo lo que pierde una parte lo gana su contraparte). Y de ese acuerdo salen todas las partes con resultados aceptables para cada una, y el gran ganador será el país.
Para el presidente Santos, ante la historia, un acuerdo que recoja algunos de los cambios que aspiran a lograr los proponentes del ‘No’, y los cuales se puedan ejecutar en su mandato, le permite una posición acorde con el esfuerzo que ha hecho por lograr esta meta.
A los expresidentes Uribe y Pastrana, flexibilizar sus posiciones para lograr, por medio de una renegociación expedita, cambios que vengan a través de adiciones o aclaratorios en el texto del Acuerdo, o mediante compromisos previos sobre su reglamentación en el Congreso, les da una posición de copartícipes en el resultado final. Tendrán un posicionamiento privilegiado con miras a las próximas elecciones. De mantenerse el balance de las fuerzas de poder que se dieron en el plebiscito, habría una enorme posibilidad de que provenga de ellos la candidatura que gobierne a Colombia en el próximo cuatrienio.
A las Farc, que jugaron sus bazas con el convencimiento de que llevaban todas las de ganar, al insistir en logros que, a la luz de lo acontecido, resultan imposibles de mantener, un acuerdo con cambios posibilistas les asegura un posconflicto en el que una gran mayoría de los colombianos daría su apoyo a la ejecución de lo que se acuerde.
De acuerdo con lo anterior, para Colombia, como nación, este sería el mejor de los resultados. Lo contrario no le conviene a ninguna de las partes.
Para los expresidentes Uribe y Pastrana, el fracaso de intentar lograr un acuerdo con correcciones posibilistas, en primer lugar, no les asegura poder como kingmakers del próximo gobierno, y de serlo, tendrían un país para ser administrado bajo un nivel de dificultad en los campos político, económico y social, que traerá desafíos enormes.
Para las Farc, aun realizando correcciones en lo obtenido, el acuerdo sigue siendo un gran logro, por lo tanto, no es razonable que sus comandantes le nieguen a sus tropas lo alcanzado hasta ahora.
Soy escéptico, por naturaleza, en la capacidad del ser humano para apartarse de sus intereses más inmediatos. Por esto, además de hacer una plegaria para que se antepongan al bien común, al elaborar un análisis frío de lo que a cada parte más le conviene, me parece que todos terminarán cediendo, y concediendo, para lograr un consenso que deje medianamente contentos y medianamente tristes a todos.
No es que con lo antes mencionado este desconociendo, también, los motivos de generosidad y responsabilidad con Colombia que tienen los agentes en la transacción, por lo que, como conclusión, creo firmemente que pronto estaremos celebrando un acuerdo modificado.
Ahora bien, ¿qué nos queda por hacer a los espectadores, que no somos parte activa del proceso, a los beneficiarios, o a quienes sufrimos las consecuencias de lo que se logre? Solo podemos contribuir dando ejemplo con nuestros actos, con nuestras palabras y nuestras opiniones en los medios y en las redes sociales. Evitando, de forma equilibrada, ayudar a confrontar un país dividido casi en partes iguales en lo urbano y en lo rural, dividido entre los que anteponen la justicia, en su manera más estricta, y los que están dispuestos a conceder en ocasiones excepcionales.
Tanto los que votaron por el ‘Sí’ como los que lo hicieron por el ‘No’ actuaron en el entendimiento de que lo que sus convicciones les dictaban era consecuente con su visión personal del mejor país para ellos, para sus hijos y sus nietos. Tenemos que tomar conciencia de que los que no piensan como nosotros lo hacen de buena fe. Pensemos que tener diferencias de criterio y de aproximación en los temas es una virtud de una sociedad pluralista; logros de una sociedad diversa. Es una sociedad que, por encima de todo, respeta las diferencias y convive con ellas; una sociedad con más tonos de gris que de blanco y negro. Esa es la nación colombiana que se merecen nuestros descendientes. Nuestra generación no puede negarles a ellos esa oportunidad.
Ánimo, fuerza, reflexión y persistencia es lo que requerimos en esta difícil coyuntura. Recordemos que manejamos un país, por demás frágil.
Salomon Kassin Tesone
Banquero de inversión
¡Frágil, manéjese con cuidado!
Hay escenarios posteriores al plebiscito que no suman cero. De ese acuerdo salen las partes con resultados aceptables, y el ganador será el país.
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