Cada vez que escucho a los xenófobos, nacionalistas, racistas, populistas de izquierda o derecha, o a los que culpan a los vecinos de los males de sus países y, en consecuencia, plantean el cierre de sus economías y el abandono de las alternativas de integración con equilibrio y equidad, me siento en un pasado oscurantista. Desafortunadamente, es un pasado que puede ser presente y con la votación que, espero no triunfe, de la salida del Reino Unido de la Unión Europea, podría estar cerca de hacerse otra vez una realidad.
Darle la espalda al esquema de integración europea desde la óptica de la paz es decirle no a un proceso que contribuyó desde la Segunda Guerra Mundial a fortalecer la paz en el territorio europeo, después de sufrir la tragedia de dos conflagraciones mundiales en menos de 30 años y que contribuyó a sustituir el delirio del fascismo por la cordura de la democracia ampliada.
Desde el punto de vista económico y comercial es darle un portazo al mercado común, a la zona de libre comercio más exitosa del mundo, a la política conjunta para negociar con terceros países, así como a evitar que los Estados pequeños de la UE caigan en las fauces de la trampa del bilateralismo, como le ha ocurrido a Colombia, Venezuela y Perú al abortar la CAN: unos por perseguir la falacia de los mal llamados tratados de libre comercio con economías desarrolladas, y otros por el exacerbado nacionalismo y la creencia en el desarrollo, a partir de una miope visión de la autosuficiencia.
Es también darle un golpe eficaz, pero absurdo a la democracia ampliada, manifestada en las instituciones europeas que crean equilibrios en materia jurisdiccional, económica, legislativa e intergubernamental, así como a las propuestas europeas de bienestar y programas estructurales para paliar las diferencias en el crecimiento y desarrollo de los países, incluyendo a la cooperación económica, social y política.
Claro está, hay errores que hoy se pagan: países que se niegan a distribuir los beneficios de la integración, burocracias dizque meritocráticas, que desde lo interno han incorporado un caballo de Troya, con tendencias que pretenden priorizar el neoliberalismo y un modelo económico que sustituye el bienestar colectivo por el individual. Enemigos de la inclusión y partidarios de la xenofobia que impiden una posición conjunta frente a las crecientes migraciones.
La crisis mundial, el recrudecimiento de los atentados terroristas, la ausencia de formación política de las sociedades, la desilusión de la juventud sobre su futuro y, en el caso, de parte de la ciudadanía británica, de la nostalgia imperial y explotadora, podrían conducir al regreso al pasado y al bilateralismo en Europa y a los terribles riesgos de las políticas de la derecha o la izquierda radical, que nada bueno significarán para los países.
Para la muestra los botones de las economías latinoamericanas que en las últimas tres décadas han optado por la desintegración.
Germán Umaña Mendoza
Profesor universitario
germanumana201@hotmail.com
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El péndulo
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Germán Umaña Mendoza
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