La que tuvo lugar ayer en Perú no fue precisamente la transición del mando más tranquila de la historia. Y es que aparte de la decisión de Alan García de no entregarle la banda presidencial a su sucesor Ollanta Humala, el nuevo mandatario creó una gran controversia cuando juró defender la Constitución de 1979, la misma que Alberto Fujimori mandó al cajón de los recuerdos una década y media después, con lo cual se escucharon voces de protesta y gritos durante la ceremonia, que tuvo lugar en el Congreso en Lima.
Además, están los temas de fondo. En su discurso de posesión, Humala prometió desarrollar una ambiciosa agenda social, orientada a construir una sociedad más incluyente. Como es sabido, los observadores le atribuyen su triunfo a la insatisfacción de la ciudadanía ante un auge económico que ha beneficiado a unos más que a otros.
En consecuencia, el Presidente afirmó que llevará a cabo una serie de programas que incluyen una pensión para los ancianos, al igual que políticas destinadas a los más pobres. En concreto, lo más notorio fue su anuncio de incrementar el salario mínimo en 11 por ciento, un salto notable en un país que tiene uno de los índices de inflación más bajos de América Latina.
Por otra parte, el gobernante peruano defendió la que llamó “una economía nacional de mercado abierta”, en la cual se mantendrán las reglas del juego, pero se desarrollará una política de Estado.
Por ejemplo, existe la intención de crear una marina mercante y una línea aérea nacionales.
Finalmente, y fiel a lo dicho en campaña, Humala también sostuvo que respetará los contratos mineros vigentes, pero que los renegociará, algo que tendría eco en otros lugares del continente.