Se trata de dos hechos inconexos, pero que sumados contribuyen a generar incertidumbre.
El primero es la situación de Venezuela, tras las elecciones del domingo en la que Nicolás Maduro fue elegido presidente. Según el pronunciamiento del Tribunal Electoral, este fue el ganador de los comicios, algo que fue puesto en duda por su contendor, Henrique Capriles.
El segundo es la seguidilla de atentados en Boston que implican el regreso del terrorismo el territorio continental de Estados Unidos. Las escenas de horror y pánico, sin duda dejan hondas heridas en el talante de una nación que había contenido con éxito episodios violentos de este tenor, tras el cataclismo del 11 de septiembre del 2001.
En el caso del país vecino, queda claro que el panorama, lejos de aclararse, se torna más confuso.
Las denuncias sobre irregularidades son los suficientemente serias, para que gobiernos como los de Madrid y Washington hayan pedido un recuento rápido de los votos físicos. Dicha circunstancia no solo lleva a que la victoria de Maduro sea considerada ilegítima por sus contradictores, sino a debilitarlo al interior de su propio movimiento.
En la medida en que la situación económica venezolana se ponga más difícil por cuenta de las cotizaciones a la baja en el precio del petróleo, al sucedor de Chávez le va a quedar más difícil conseguir respaldos. Por otra parte, hay que ver cómo reacciona la opinión estadounidense ante lo sucedido en el corazón de una ciudad cargada de historia.
Justo en momentos en que la economía empezaba a acelerar su ritmo y la confianza estaba de regreso, las bombas pueden dejar un saldo aún más negativo, que se suma al de las pérdidas, muertos y heridos. Falta a ver ahora, como el coletazo de ambos golpea a Colombia.