Hay temas que a primera vista parecen menores, pero que pueden tener consecuencias duraderas. Ese sería el caso con Bolivia, tras el episodio en el cual el avión presidencial que transportaba a Evo Morales desde Moscú de vuelta a La Paz, se vio obligado a aterrizar en Austria, después de que Francia, Italia, Portugal y España le negaran el sobrevuelo a la aeronave.
El motivo es conocido y tiene que ver con la sospecha de que el fugitivo analista estadounidense Edward Snowden se encontraba en el aparato. Es bien sabido que con el fin de evitar su extradición, el responsable de filtrar miles de páginas de documentos secretos de Washington ha solicitado asilo a una veintena de países, sin haber podido salir del aeropuerto de la capital rusa.
En algún momento, fue el propio Morales quien abrió la posibilidad de acoger al fugitivo en un comentario a la prensa. Pero lo que pudo ser una afirmación sin mayor trascendencia, caló hondo en partes del Viejo Mundo.
Curiosamente, nadie se tomó el trabajo de examinar lo complicada que habría resultado la operación. Y es que Snowden se encuentra en el aeropuerto de Sheremetyevo, que se usa para operaciones comerciales, mientras los mandatarios como el boliviano utilizan el de Vnukovo, que es militar. De tal manera, cualquier intento de embarcar al prófugo habría implicado llevarlo por tierra de un sitio a otro o una escala que no habría pasado inadvertida.
Pero más allá de esos cálculos, lo cierto es que el orgullo de los latinoamericanos quedó herido. Si bien cualquier nación se puede reservar el derecho de admisión a su respectivo espacio aéreo es indudable que el presidente Morales fue maltratado, y que aliados como Ecuador y Argentina no dejarán que el asunto se olvide pronto.
Twitter: @ravilapinto