Tras veinticuatro días de cierre de la frontera, casi 22 mil colombianos deportados o repatriados del vecino país y unas relaciones diplomáticas a punto de la ruptura, este sábadi se reencuentran en Quito las cancilleres de Colombia, María Ángela Holguín, y de Venezuela, Delcy Rodríguez.
La tarea es allanar el espinoso camino para que se realice el tan pedido ‘cara a cara’ del presidente Juan Manuel Santos y su colega venezolano, Nicolás Maduro, quienes esta semana tuvieron uno de los peores cruces verbales más fuertes de los últimos tiempos.
La cita ecuatoriana, prevista para la media tarde, cuenta con los buenos oficios de los cancilleres de Ecuador, Ricardo Patiño, y de Uruguay, Rodolfo Nin Novoa, así como con representantes de los países que ejercen la presidencia temporal de la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) y la Unasur (Unión de Naciones Suramericanas), respectivamente. Se trata del primer acercamiento diplomático entre Holguín y Rodríguez, quienes tuvieron una primera reunión fallida en Cartagena el pasado 26 de agosto.
Santos ha pedido a Maduro trabajar de forma conjunta por el bien de los dos países. El tono conciliador dista de su pronunciamiento del miércoles, cuando dijo que “la revolución bolivariana se está autodestruyendo”, al rechazar los señalamientos de Maduro de que Colombia es la causante de la crisis de su país.
Holguín y Rodríguez dieron la bienvenida a la cita, que busca resolver la crisis fronteriza generada tras el cierre unilateral de los pasos limítrofes más complejos y transitados entre ambos países, por los estados Táchira y Zulia, que bordean con el Norte de Santader.
El argumento de Maduro para cerrar la frontera fue que la zona está controlada por paramilitares y contrabandistas, que ponen en peligro su país.
Aunque Colombia reconoce los problemas de contrabando de gasolina y alimentos, considera inaceptable que su contraparte venezolano haya violado los derechos humanos de miles de compatriotas, que fueron deportados, tras ser despojados de sus propiedades e, incluso, separando a familias, cuyo único delito fue estar indocumentados.
ECUADOR, EL OTRO DOLOR DE CABEZA PRESIDENCIAL
La frontera colombiana con Ecuador es la otra preocupación del presidente Juan Manuel Santos, quien propuso este viernes al gobierno ecuatoriano dialogar para encontrar soluciones a los problemas que ha generado la depreciación del peso colombiano, un día después de que su colega Rafael Correa anunciara medidas tributarias y anticontrabando en la zona fronteriza.
Santos reconoció que la devaluación del peso frente al dólar hace que los productos colombianos se vuelvan más baratos para los ecuatorianos. Por eso le pidió buscar opciones para resolver el tema.
‘PIMPINEROS', SON GASOLINA PARA GASTOS
Alberto* tiene ya 25 años vendiendo gasolina de contrabando venezolana en las calles de Cúcuta, pero desde hace tres semanas está sin el trabajo que le proporcionaba mensualmente entre uno y dos salarios mínimos, por la crisis fronteriza entre Colombia y Venezuela.
El negocio hasta hace unos años era muy bueno. Los cerca de 5.000 ‘pimpineros’, como Alberto, que se calcula laboran en el departamento, le compraban la gasolina directamente a los carros venezolanos que tanqueaban al otro lado de la frontera, y la vendían de este lado a todo aquel que se orillaba en la carretera. Pero desde hace unos 10 años llegaron unos inesperados e indeseables intermediarios: las Bacrim. ‘Los rastrojos’, ‘Aguilas negras’ y ‘'Urabeños’ vieron que el contrabando, no solo de gasolina, sino de alimentos, era más rentable incluso que el narcotráfico y entraron de lleno al negocio.
Se apoderaron de la cadena del contrabando de combustible. Siempre en colaboración con las autoridades venezolanas, compran la gasolina al por mayor en ese país, la pasan en volquetas por las trochas, en cuyos platones instalan unas carpas que llaman ‘vikingos’ y a las cuales les caben hasta 3.500 galones, la distribuyen a los minoristas, deciden cuánto y el precio a vender, y después pasan recogiendo la cuota por galón vendido.
Un negocio multimillonario al comprar gasolina a “máximo 500 pesos el galón en Venezuela”, venderla a 4.000 pesos en Colombia, más la cuota de 100 pesos por unidad a cada minorista. Y así con cada uno de los 5 millones de galones mensuales que se calcula que ‘comercializan’ en la ciudad. “La gasolina la consiguen por todos los medios, incluso llenan los ‘vikingos’ desde los mismos carrotanques de PDVSA”, dice Alberto.Narra que en los últimos años se trabajaba solo para las Bacrim porque no “hay más nada qué hacer”. Al que comentar que no les podía dar la cuota le decían que se retirara y le dejara el cupo a otro. Para Alberto, los planes de reconversión laboral de los gobiernos no son más que paños de agua tibia. Explica que con cinco millones de crédito que les dan a cada uno, como ya ha ocurrido, no es suficiente. “Estamos desesperados y la gente lo recibe sabiendo que no alcanza para nada y se los gastan”. (*nombre ficticio)
Pedro Vargas Núñez
Especial para Portafolio (Cúcuta)