El Foro Económico Mundial de Davos se abre hoy bajo la sombra del pesimismo que impone el duro momento que vive Europa y, particularmente, los países del euro, que tienen frente a ellos escasos días para solventar problemas cruciales, como la reestructuración de la deuda griega.
Llamados a ofrecer recetas para estimular el crecimiento de la economía mundial, en el Foro de Davos se confunden políticos, intelectuales, economistas, gurús de las finanzas y, en general, líderes de opinión, que en las anteriores ediciones de esta reunión se mostraron más optimistas de lo debido respecto a la salida de la crisis, como lo demuestran los difíciles tiempos que corren.
Con cuarenta años a cuestas, el Foro de Davos ha ido cambiando y adaptándose a la realidad del mundo y muestra de ello es que la participación de representantes de países emergentes ha ido en claro aumento, en consonancia con la importancia que estos han adquirido en la economía mundial.
La canciller alemana, Angela Merkel, cuyo país es visto a la vez de salvavidas y principal garante del rigor presupuestario en la Eurozona, inaugurará formalmente el Foro de Davos en una intervención que irá más allá de lo simbólico y que refleja el papel que se atribuye a su país en este periodo de incertidumbre generalizada.
También pasará por Davos el primer ministro británico, David Cameron, cuya oposición a un nuevo tratado para la Unión Europea ha resquebrajado aun más la ya decaída unidad del bloque.