La noticia de unos seiscientos emigrantes ilegales en aguas del suresteasiático a la deriva levantó las alarmas sobre la crisis migratoria mundial.
El incidente de un navío pesquero frente a las costas de Tailandia, con centenares de personas, mujeres y niños incluidos, sin agua ni comida, se produjo cuando aún se siguen discutiendo las medidas contra el tráfico humano en el mar Mediterráneo, donde ya han muerto en lo que va de año más de 1.800 personas, tratando de llegar a Europa en endebles embarcaciones.
Las agencias de noticias dieron cuenta de que miles de emigrantes de Birmania y Bangladesh seguían a la deriva en el mar del sureste asiático, mientras los gobiernos de la región rechazan hacerse cargo de las embarcaciones, ignorando los llamamientos a acabar con este juego de “ping-pong humano”.
“¡Por favor, ayúdennos!”, suplicaron los ocupantes de un barco en el que viajan 300 emigrantes rohingyas (minoría musulmana considerada como una de las más perseguidas del mundo por la ONU), cerca de las costas tailandesas, según AFP a bordo de un barco que ha podido acercarse hasta la embarcación.
“Unas diez personas han muerto durante el viaje. Tiramos sus cuerpos al mar”, explicó uno de los emigrantes a los periodistas. “Llevamos dos meses en el mar. Queríamos ir a Malasia, pero no hemos logrado llegar al país”, señaló.
En el barco, una bandera negra indica en inglés ‘Somos rohingyas de Birmania’, mientras una gran cubierta de lona protege del sol a los pasajeros, la mayoría muy delgados. “No hemos comido nada desde hace una semana, no hay dónde dormir y mis hijos están enfermos”, aseguró Sajida, una joven de 27 años, que se embarcó junto a sus cuatro hijos de 2 a 8 años y que pretendía llegar a Malasia para encontrarse con su marido. Cerca de 2.000 personas han llegado en los últimos días hasta las costas malasias e indonesias, pero ambos países, que dicen temer la llegada de numerosas personas, rechazan todos los barcos de migrantes, condenándolos a permanecer en su prisión flotante.
El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, instó a los países implicados a no dar la espalda a los emigrantes, y dijo que el rescate en el mar es una obligación internacional.
El derecho internacional prohíbe a los países la devolución de esas personas, lo que se refiere a la expulsión de los refugiados, que tienen derecho a ser reconocidos.
Entretanto, la Guardia Costera italiana confirmó ayer el rescate de 2.220 inmigrantes que navegaban en situación de riesgo en el mar Mediterráneo cuando intentaban llegar a las costas de Italia. La operación se logró gracias a la ayuda prestada también por Alemania y Malta.
La enviada especial de la ONU para el Sahel (cinturón entre el Sahara africano), Hiroute Guebre Selassié, pidió una “acción urgente” de la comunidad internacional en favor de los países para poner fin al drama de la emigración clandestina.
El Sahel lo agrupan Níger, Chad, Mali, Mauritania y Burkina Fasso, región desde donde salen muchos emigrantes hacia Europa.
Agencias