El esperanzador anuncio del gobierno griego de que pagará, este jueves 9 de abril, los 460 millones de euros que debe al Fondo Monetario Internacional, se ensombreció con la declaración del ministro griego de Trabajo, Panos Skurletis, quien aseguró que “las líneas rojas siguen existiendo”, en alusión a la negativa del Gobierno de Atenas a ceder a la exigencia de las instituciones que formaban la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) de liberalizar el despido.
“No se plantea que en estos temas demos marcha atrás ni un milímetro, ni uno solo”, dijo Skurletis a la emisora de radio Vima. El Ministro insistió en que El Gobierno de Alexis Tsipras, por el contrario, quiere restablecer la negociación colectiva. Skurletis agregó en que las medidas que propone únicamente persiguen dar marcha atrás a la desregularización de mercado laboral impuesta por el gobierno anterior y “no tienen costo financiero”. Por eso, opinó Skurletis, la “insistencia” de los acreedores en evitar que se restablezcan las negociaciones colectivas “es un punto de vista ideológico” que “puede contar con el consentimiento de un gobierno neoliberal, pero no de uno cuya primera fuerza es Syriza”.
A eso se sumó la suspicacia que ha causado que el primer ministro griego realice una visita a Rusia entre miércoles y el jueves, en plena negociación con sus acreedores internacionales. Según el ministro de Finanzas griego, Yanis Varoufakis, por un lado está la crisis financiera griega “que debe resolverse en el marco de la familia europea y de la UE”. Y por otro “las relaciones con países exteriores a la UE”, que forman parte de un "terreno distinto”.
Agencias