La razón por la que los creadores de las políticas de los bancos centrales le tienen tanto miedo a las actuales presiones deflacionarias es que la dinámica es particularmente peligrosa en economías con altos niveles de deuda pública y/o privada, es decir, las desarrolladas.
La mezcla en cada economía es diferente, pero el problema es el mismo. Por ejemplo, en Japón, la deuda soberana es enorme pero la privada menos problemática. Lo opuesto sucede en Suecia y Canadá, en donde los niveles de deuda privada son alarmantes, particularmente debido a los préstamos inmobiliarios.
Entonces, en un mundo de crecimiento débil y riesgos deflacionarios, vemos cada vez más una guerra de divisas.
Esto se debe a que la única forma en que los creadores de las políticas de los bancos centrales sienten que pueden evitar los riesgos de deflación y estimular el crecimiento es a través de la devaluación de sus divisas en relación a otras.
El término cortés para una guerra de divisas es ‘devaluación competitiva’. La idea es importar demanda a través de precios competitivos para las exportaciones y evitar que el nivel general de precios caiga para mantener al resto de la economía marchando y las importaciones firmes.
El problema con las devaluaciones competitivas es que se tornan obvias de inmediato, cuando demasiadas economías necesitan debilitar sus divisas.
La primera estrategia para asegurar a una divisa poco atractiva es cortar las tasas de interés, siempre que no desencadene una asunción excesiva de riesgos o crecimiento crediticio interno.
Pero ¿qué sucede una vez que la tasa de interés llega a cero? Depende. En algunos casos, los bancos centrales han flexibilizado aún más la política con enormes compras de activos, llamada flexibilización cuantitativa (QE) y diseñada para inyectar dinero a la economía a través del sistema bancario.
En los últimos años, la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed), el Banco de Japón y ahora el Banco Central Europeo han sido los grandes defensores del QE en diferentes grados.
Otros bancos centrales han intentado intervenir directamente en su divisa empujando las tasas a niveles negativos. El caso más famoso es el del Banco Nacional de Suiza, que llevó su principal tasa a -0,75% en enero y fracasó espectacularmente cuando se vio obligado a retirar el ‘techo’ del franco suizo.
Las tasas negativas solo logran que la gente tenga miedo a mantener depósitos en esa divisa, no estimulan a los bancos a prestar ni a aumentar la demanda en la economía. Después de todo ¡el rendimiento es al menos 0,0%! De hecho, las tasas negativas son una señal de locura en las políticas y no pueden durar mucho.
El problema con la estrategia actual de compra de activos y tasas negativas es que cualquiera puede hacerlo. La Fed fue el único banco central que detuvo el QE y supuestamente está alcanzando el punto de inflexión en el que subirá las tasas, pero el mercado se mantiene escéptico (con razón) sobre cuándo y cuánto podrá subirlas, mientras que el resto del mundo está en deflación, recorte de tasas y QE.
Si llevamos el tema de la guerra de divisas a su conclusión, el riesgo es que se conviertan en guerras de protección comercial e, incluso, guerras reales.
El riesgo aumentaría dramáticamente si China revalúa el yuan, lo que implicaría otra ola masiva de deflación mundial.
Aun si China lo lograra, sospecho que el mundo continuará en este ambiente, dado que es difícil generar inflación en un contexto de precios bajos de materias primas, crecimiento débil y sobrecapacidad en Asia.
La guerra de divisas solo puede continuar. Sospecho que la Fed no podrá normalizar su política antes de que el dólar se fortalezca demasiado o reciba un nuevo golpe de debilidad económica.
Esto la forzaría a unirse nuevamente a la guerra de divisas y, para ese entonces, nos daremos cuenta de que las políticas del banco central de los últimos años han sido un enorme fracaso.
Redescubriremos la magnitud del problema: que el QE y las tasas en cero crean enormes riesgos de estabilidad financiera, ya que los mercados de activos se inflan demasiado y estallan cuando dejan de tener fe en la política de los bancos centrales.
Es en estos momentos que los políticos tomarán las riendas de los bancos centrales y veremos un estímulo fiscal masivo, con el llamado ‘dinero helicóptero’ (o financiamiento monetario público), en el que se imprime dinero para estimular la demanda con nuevas obras públicas y proyectos financiados por el gobierno.
Manténganse sintonizados. La inflación no volverá a terreno de tasas negativas y QE, pero retornarán a vengarse una vez que falle el paradigma actual y el cambio al ‘dinero helicóptero’ se haga realidad.
John J Hardy
Director de Estrategia de Divisas de Saxo Bank