Durante una generación, México ha hecho todo correctamente desde el punto de vista macroeconómico, pero ha tenido el resultado equivocado.
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En los últimos 20 años, la inflación ha alcanzado un promedio de 4% y el déficit fiscal y el déficit en cuenta corriente han sido de alrededor del 1,5% del PIB. México se ha integrado con éxito en la economía mundial con una serie de acuerdos comerciales y exporta más productos manufacturados que el resto de América Latina en su conjunto.
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Sin embargo, su crecimiento per cápita ha sido más bajo que en cualquier otro país de la región, excepto Venezuela, y las empresas en México obtienen el mismo acceso al crédito, expresado como un porcentaje del PIB, que las del África subsahariana, dijo Santiago Levy, un alto funcionario del Banco Interamericano de Desarrollo.
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“Es una paradoja. México ha logrado todo lo que se espera de las economías, pero su desempeño ha sido muy decepcionante”, indicó Levy. “El problema es microeconómico”.
Levy, quien fue viceministro de Finanzas de México entre 1994 y 2000 y director de seguridad social entre 2000 y 2005, y quien rechazó una invitación para unirse a la administración de Andrés Manuel López Obrador por razones familiares, dice en un nuevo libro, ‘Esfuerzos mal recompensados: La elusiva búsqueda de la prosperidad en México’, que la respuesta es hacerles frente a las normas impositivas, laborales y de seguridad social que sofocan la productividad y socavan la creciente inversión del país en la educación.
López Obrador obtuvo una victoria abrumante con su plataforma de cambio, y una de sus promesas fue impulsar el crecimiento. Asume el cargo en diciembre.
“No hemos crecido lo suficiente en los últimos 35 años”, afirmó López Obrador. La falta de crecimiento ha creado una falta de empleos y generado pobreza, crimen, violencia y migración, indicó. “El mundo va a crecer un 4% este año y nuestro país crecerá un 2%. Tenemos que salir de este atolladero”.
Para la tranquilidad de los críticos que han expresado temores de que López Obrador tal vez estuviera tentado a implementar medidas populistas, el presidente electo ha prometido continuar con la prudente gestión fiscal de México.
Pero, según Levy: “El respeto de la autonomía del banco central, la flexibilidad con respecto al tipo de cambio y el compromiso con la baja inflación y con la gestión fiscal sensata no harán que México crezca”.
El economista, quien mientras estaba en el Gobierno fue el principal artífice de un exitoso programa de transferencia de efectivo para ayudar a los pobres, resaltó que el problema era, de hecho, más profundo.
México tiene una gama de “incentivos perversos”, incluyendo los duros regímenes impositivos y de seguridad social para las grandes empresas que emplean a trabajadores asalariados con contratos formales, que a la vez subvencionan a negocios más pequeños e informales, explicó.
Por ejemplo, las empresas que emplean a trabajadores asalariados tienen que pagar 30% de sus salarios como contribuciones a la seguridad social y enfrentan restricciones con respecto al despido de personal, pero el Gobierno paga las contribuciones a la seguridad social para los trabajadores no asalariados.
Mientras tanto, las empresas con ventas anuales inferiores a 2 millones de pesos (US$106.000) pagan 2% del valor de las ventas en impuestos, mientras que las que están por encima de ese umbral pagan 30% de las ganancias en impuestos, señaló Levy.
Todo esto impidió que México fuera más eficiente y productivo a pesar de tener las horas de trabajo más largas en la Ocde. También socavó los esfuerzos de reforma que México ha emprendido en las últimas dos décadas, y agregó: “Es como en la Odisea, donde Penélope teje durante el día y deshace todo lo que tejió durante la noche. Así es México”.
La mayoría de las empresas mexicanas están en el sector informal — emplean trabajadores que no reciben beneficios de seguridad social o que no reciben sueldo — a pesar de que las empresas en el sector formal son en promedio más productivas. Al examinar los datos del censo, Levy descubrió que 47% de las empresas de baja productividad que operaban en México en 2008 seguían funcionando en 2013, pero que 43% de las empresas de alta productividad habían cerrado.
El hecho de que estos incentivos siguen impulsando a las empresas a ser pequeñas y a operar en el sector informal, implica que se ha desperdiciado la inversión en educación para producir trabajadores más calificados. Levy descubrió que los salarios de los graduados universitarios estaban disminuyendo en comparación con los de los trabajadores con educación primaria o secundaria. En otras palabras, una mejor capacitación aún equivale a cero crecimiento de la productividad.
López Obrador, un entusiasta estudiante de la historia de México, ahora tiene la oportunidad de aprender de los errores del pasado mientras busca ayudar a las pequeñas empresas. Al reevaluar las reglas de seguridad social, las regulaciones impositivas y las normas del mercado laboral que obstaculizan el progreso, México podría lograr el crecimiento y la inclusión social que ha prometido, apuntó Levy.
Como el experto y exfuncionario escribió en su libro sobre el país: “El desempeño de México en términos de crecimiento durante las últimas dos décadas es un ejemplo aleccionador de que, al menos en algunos casos, el libre comercio y una política monetaria sensata, junto con aumentos del capital humano, pueden no ser suficientes”.