Hoy, hace exactamente 500 años, el monje augustino Martín Lutero terminaba de redactar las 95 “tesis” que al día siguiente colgaría en la puerta de la catedral de Wittemberg, una bella población alemana a orillas del río Elba, no lejos de Eisleben, pueblo en el cual Lutero había nacido hacía 34 años.
Daba así inicio a la reforma protestante, un proceso que terminó con la creación de varias iglesias de diferentes matices alrededor de la Europa renacentista, la cual salía de un milenio de dominio absoluto de la Iglesia católica en el Viejo Continente.
Lo que causaba el inconformismo del monje sajón era el incontestado poder del Papa, la corrupción de los jerarcas católicos y, ante todo, la venta de indulgencias para poder construir la Basílica de San Pedro en Roma, una monumental y costosa obra en medio de la pobreza y la desigualdad de ese momento. Incluso manifestó Lutero, en la tesis 86, que el Papa era suficientemente rico en lo personal, y que con su propia fortuna (de suis pecunius) debía construir el templo.
Contrario a lo que comúnmente se cree, Lutero no quería el fin del catolicismo, sino el regreso a sus principios fundamentales. En lugar de atacar la esencia, lo que quiso fue precisamente lo contrario: recuperar los valores perdidos por una institución burocratizada y alejada de los preceptos reales del cristianismo original.
Renegó contra la indiferencia de los fieles ante la pobreza y, en la tesis 43 manifestó que “debe enseñarse a los cristianos que el que ve a un indigente y, sin prestarle atención, da su dinero para comprar indulgencias, lo que obtiene en verdad no son las indulgencias papales, sino la indignación de Dios”.
Las tesis de Lutero fueron impulsadas y divulgadas gracias al instrumento de propagación que había ‘inventado’ el orfebre de Maguncia, Johannes Gutemberg, alrededor de 1440: la imprenta. Con ella también se pudo propagar la primera traducción de la biblia al alemán, hecha por Lutero durante su exilio en el castillo de Wartburg, en Eisenach, en Turingia. Ella permitió al pueblo acercarse a la palabra de Dios sin recurrir a los sacerdotes, pero también permitió la universalización del alemán formal (el hochdeutsch).
Medio milenio después, han llegado al mundo, y especialmente a Colombia, nuevos vientos de reforma. Los electores ven cada vez con mayor repugnancia el grado de corrupción de los gobernantes y sus abusos. Y especialmente una nueva modalidad de indulgencias: la compra de favores y de conciencias a través de la ‘mermelada’. También hay mucho escepticismo, relacionado con la tesis 92 de Lutero, en la cual rechaza a los mentirosos compulsivos, al afirmar “que se vayan todos aquellos profetas que dicen al pueblo de Cristo: ‘paz, paz’, y no hay paz”.
Estamos acercándonos a un nuevo periodo de elecciones, y tal vez se imponga el que traiga nuevas ‘tesis’, como que el presidente no es un pontífice; que el Congreso debe rendir cuentas a los votantes; que la corrupción no debe ser tolerada; que la criminalidad debe desaparecer; o que el tal acuerdo debe ser traducido, como la biblia de Lutero, para poder entender lo que realmente se negoció, a espaldas de un pueblo que no entendió.
Sergio Calderón Acevedo
Economista
sercalder@gmail.com