Cuando se asiste a esa eclosión de ideas juveniles que son las ferias de emprendimientos en las escuelas de negocios, o cuando se repasan las ofertas de MBA. Cuando, en fin, se monitorea el devenir de la formación empresarial en Colombia y otros países, surgen preguntas: ¿para qué mundo se están entrenando? ¿Son templos de adoración al becerro de oro del lucro y al enriquecimiento personal salpimentado de algunos ritos de responsabilidad social? ¿Qué rol tienen la ética de los negocios, el sentido de la justicia a través del trabajo, la coexistencia del capital y la equidad?
Reflexiono a propósito de un cóctel de lecturas y alertas. Atisbo un libro titulado Soy economista y os pido disculpas, he repasado de la mano de George Soros y Tim Harford la historia del crac de 2008 y me han llegado las opiniones del filósofo Gilles Lipovetsky y de José Ángel Hernández sobre el empobrecimiento cultural y humanista. Digamos que hubo unos buenos muchachos que precipitaron la crisis hipotecaria en EE. UU., cuya onda rebotó en muchos lugares, y que, según parece, aún estamos pagando. Salieron de escuelas de negocios y facultades dispuestos a tragarse el mundo con un sorbo voraz de especulación, y no hubo ética ni talanquera moral que los disuadiera de precipitar al desastre a la economía mundial. ¿No les enseñaron donde los formaron una mínima consideración acerca de llevar a la bancarrota a sus semejantes?
Eso se pregunta exactamente Florence Noiville, egresada de la HEC (École de Hautes Études Commerciales), de París, una de las más prestigiosas escuelas de negocios del mundo, en un librito sacrílego, que una traducción benévola tituló Soy economista y os pido disculpas. Esta chica, que terminó desarrollándose como periodista, abjura de un modelo enquistado en los centros de educación económica, y en el cual se rinde pleitesía al dios lucro.
Para Florence, aunque muchos de los egresados saben que el sistema capitalista tal como se practica hoy ha perdido la razón, prefieren postrarse ante el tótem, sin proponer alternativas acordes a inteligencias prodigiosas y formaciones ingentes. Según ella, la explicación puede estar en “la dificultad de pensar de forma innovadora, como si esta extraña civilización del lucro hubiera agotado la fuente de nuestras fantasía e imaginación”.
Para Lipovetsky y el Director del Departamento de Historia - Escuela de Filosofía y Humanidades de la Universidad Sergio Arboleda, el meollo puede estar en la forma como se ha desvertebrado a la educación, en general, vaciándola de la estructura ósea de las humanidades. “Ahora la gente va a escuelas de ingeniería y a las escuelas de negocios, básicamente -señaló el pensador francés en su reciente visita a Colombia-. Es una cultura del cálculo operativo… ¡La escuela de negocios! ¡Por dios! Antes esto era horrible. Claramente algo cambió”.
Es la hegemonía del ‘Homus economicus’. José Ángel Hernández señala: “cada vez más, las expectativas humanas de justicia, libertad, equidad, solidaridad, se van opacando ante el interés individual y el ansia de lucro…”. En un país como Colombia, donde la educación sigue siendo un problema sin resolver, vale la pena explorar el tema. Sobre todo para que el próximo capítulo no termine en The End.
Carlos Gustavo Álvarez G.
Periodista
cgalvarezg@gmail.com
COLUMNISTA
MBA y CVY
POR:
Carlos Gustavo Álvarez
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