Aunque por el lado de la oferta, el más reciente informe de inclusión financiera de Asobancaria estableció que más de la mitad de la población adulta del país (64,6%) ha entrado en la dinámica de la bancarización, con la tenencia de alguno de los productos que ofrecen los bancos, por el lado de la demanda la situación es distinta.
Si el estudio de Asobancaria señala que en el 2011 más de un millón de personas abrieron cuentas de ahorro, la Encuesta Longitudinal Colombiana de la Universidad de los Andes (Elca), iniciada en el 2010, indica que solo el 17,7 por ciento de las personas que habita en las áreas urbanas está guardando parte de sus ingresos y no siempre utiliza los bancos: 45,3 por ciento aún guarda la plata debajo del colchón.
Una proporción menor lo hace en fondos de empleados (12,8 por ciento en la ciudad y 1,9 por ciento en el campo) y no falta el que intenta hacer rendir sus pocos excedentes en cadenas de manejo de recursos (7,2 por ciento en la ciudad, 0,5 por ciento en el campo).
La cifra de ahorro es aún más baja entre los ciudadanos del campo: el 8,8 por ciento, de los cuales, un 75,9 por ciento hace su ahorro en efectivo.
El ahorro, una de las actividades que señala los avances en bancarización, según la Elca, está desatendida en el campo, pero la situación empeora cuando se trata de las mujeres, quienes se habían caracterizado por ser ahorrativas.
Si bien el estudio destaca que se han realizado esfuerzos para acercar los servicios financieros a las áreas apartadas del país, la mujer se está quedando rezagada, inclusive, cuando es la cabeza de la familia.
“En las áreas rurales, del 8,8 por ciento que ahorra, un 20,7 por ciento son hombres y solo 15,1 por ciento de las mujeres lo hace”, dice el estudio.
Martha Morales M.
Economía y Negocios