Hace tres semanas, Armando Montenegro, uno de los más cotizados economistas criollos e inspirador de la apertura en los noventa, planteó de primero lo que se decía en reserva: “…más allá de los buenos resultados de corto plazo -crecimiento dinámico, inflación baja, caída del desempleo-, existen fundados motivos de preocupación”.
Y su explicación es contundente: “… la expansión no se puede mantener a punta de gasto público, especialmente si se tiene en cuenta que la industria, la agricultura y las exportaciones no tradicionales, todas maltrechas, exhiben resultados mediocres y sin esperanzas de una verdadera modernización”.
A la par de su llamado al orden, el ministro Mauricio Cárdenas, hizo un reconocimiento que hace unos meses no estaba dispuesto a aceptar: luego de haber logrado la aprobación de la eliminación del impuesto del 4 por mil y del impuesto al patrimonio, la reversa es total: ambos tributos se mantendrán porque no hay otra forma de tapar un hueco fiscal de $12 billones, porque la expectativa de mayores ingresos petroleros se van a quedar en el congelador. Esto prueba que la situación fiscal puede ser más vulnerable de lo que se cree. Y el tema fiscal es clave no solo porque es un mirador de las calificadoras, sino porque está ligado a los impuestos que asusta sin distinción.
AGUANDO LA FIESTA
¿Quién tiene la razón? Quienes hablan maravillas de lo que está pasando en la economía se basan mucho en datos ciertos: el PIB nacional creció a marzo del 2014 por encima del 6%, lo cual ha llevado a expertos como Mauricio Reina a decir que “en los últimos meses la economía colombiana se ha vuelto el caso de mostrar en América Latina”.
En lo que sí coinciden los entendidos es que el buen momento está montado sobre el crecimiento del consumo interno y ello está influenciado por un abultado gasto oficial que no es sostenible y por una demanda de crédito de consumo y comercial que no tiene visos estructurales. En el primer trimestre del 2014, la ejecución de obras públicas creció más del 20% (más de tres veces el 6,3% del PIB).
Y ahí es donde aparece una gran incógnita. ¿Puede el Gobierno mantener el tren de gasto que trae de atrás porque sencillamente no hay de donde: 5 billones para cubrir las ofertas para atajar las protestas agropecuarias, la no cuantificada revolución en la educación y los programas del posconflicto y las millonadas para obras, así se entreguen en concesión o por fin arranquen las famosas APP, al Estado siempre le tocará poner mucha plata.
Las principales amenazas vienen del sector externo. El mismo Gobierno lo ha hecho saber. “A veces nos imponemos metas que son deseables, pero no realistas”, sostuvo poco antes de irse del cargo el Minminas Amílkar Acosta.
Una de las más importantes fue la de producir 1,2 millones barriles diarios de petróleo para el 2014, fijada en “El marco fiscal de mediano plazo”, que establece las reglas y las condiciones fiscales. Ese marco fue revisado y se redujo la proyección de producción a 981.000 barriles para este 2014. El primer “paganini” de la situación fue el precio de la acción de Ecopetrol que cayó a poco más de 3.000 pesos, cotización que no se veía desde hace varios meses y que ponen a la empresa petrolera en la lupa de los conocedores del tema.
Grandes o pequeños, los datos petroleros son muy importantes para la economía colombiana, en términos de exportaciones (más del 50% del total), de inversión extranjera participa con la tercera parte de los recaudos y ya es un sector que responde por un 6,0% del PIB.
OTRAS PREOCUPACIONES
Pero el nubarrón no solo es en materia petrolera. El déficit en la cuenta corriente del sector externo (movimiento de bienes y servicios) alcanza ya un 4% del PIB que no tiene otra opción que ser financiado con la cuenta capital del mismo sector externo.
En materia de comercio, el panorama externo tampoco es alentador. Al primer semestre, las exportaciones presentaron una caída de 4,5%, lo que demuestra un evidente estancamiento y que el publicitado TLC con Estados Unidos no ha dado frutos para alcanzar la ilusión de meter nuestros productos a ese gran mercado. Por el contrario, las exportaciones a ese país caen estrepitosamente un 31% y la participación de ese mercado, que había llegado a un 40%, ahora es solo de 25%.
Y ni hablar de las ventas de la industria manufacturera. En el primer semestre, las exportaciones de ese sector solo llegaron a US$4.400 millones. Y lo más diciente: las importaciones de la industria siguen por encima de los US$22.000 millones por semestre. O sea, que la industria es comercialmente muy deficitaria: exporta muy poco y es el principal importador. La industria en nuestro país cambió su oficio.
En fin, la tasa de crecimiento de 6,3% a marzo coloca a Colombia en un buen puesto en el ranking de los países latinoamericanos, lo cual es sin duda destacable, más si se tiene en cuenta que Brasil, acaba de entrar en recesión.
Pero frente a la debilidad latina, lo que se debe estar es muy atentos y no muy contentos, porque, por ejemplo, una corrida de capitales no avisa.
Los temas para temer están ahí. La situación de la locomotora minera y petrolera tampoco es buena, lo cual golpea de entrada a las finanzas públicas. Nada de eso se nota en el corto plazo, pero son asuntos para estar muy alerta y no olvidar. Y en particular nuestro sector externo no es muy sólido como para enfrentar una destorcida.
Silverio Gómez Carmona,
presidente ejecutivo de la Cámara de Comercio de Ibagué.