Tras el golpe de los precios del petróleo en la economía colombiana, las agencias calificadoras están pendientes de la respuesta del Gobierno y sus efectos para contrarrestar la caída de los ingresos.
Por lo pronto, las condiciones actuales del país son acordes con la calificación crediticia que tiene, señala Roberto Sifon-Arévalo, director de Calificaciones Soberanas en Standard & Poor’s.
Sobre el tema, el directivo habló con Portafolio.
¿Qué está pasando con las calificaciones en América Latina?
Las calificaciones son un reflejo de lo que está ocurriendo, y en toda la región, si uno mira cualquier índice, va a dar por debajo de lo que estaba en años anteriores. Los niveles de crecimiento están más bajos que en el pasado, y en general la deuda y los déficit están subiendo. Obviamente hay distintos niveles y distintas capacidades para afrontar esa situación, y es esto lo que se refleja en las calificaciones que estamos moviendo.
¿Cuáles son los indicadores que más inciden en la evaluación?
Hay varios parámetros que medimos por igual en todos los países. Entre ellos están la fortaleza y calidad de las instituciones, el ambiente político, la situación económica y del nivel de riqueza y hay factores específicos en materia fiscal, deuda, pasivos contingentes, el frente externo y la capacidad de hacer política.
¿Cómo están viendo a Colombia?
Por el momento tenemos una perspectiva estable, Colombia no está ajena a la realidad que afecta a la región. Siendo una economía que, desde el lado fiscal, se apoyó en los precios de los hidrocarburos para sus ingresos en los últimos años, las cotizaciones de hoy en día tienen un efecto importante. Lo que estamos viendo ahora es qué medidas se toman para contrarrestar la situación y que no sean solo tener un déficit más alto, porque eso conduce a tener un endeudamiento más elevado y eso no siempre va de la mano con una mejor calificación.
El golpe de los precios del petróleo se ha dado en varios frentes. ¿De qué manera podría afectar la calificación?
Por el lado externo, con la devaluación de la moneda, las importaciones se encarecen, y hay que esperar que las exportaciones no petroleras empiecen a ser más competitivas, pero eso toma tiempo. La entrada en operación de la Refinería de Cartagena va a tener un impacto positivo. En donde hay un mayor efecto es en los ingresos del Estado, que han bajado considerablemente frente a los que tenían antes por el petróleo. Lo importante ahora es ver cómo la parte fiscal se ajusta a esta nueva realidad en un entorno que es muy difícil de controlar. Esto ocurre en momentos en que Colombia se está embarcando en un plan de infraestructura sobre el cual hay muchas expectativas.
¿Cómo ven el plan de las vías 4G?
Los efectos van a tomar un tiempo. El nivel de avance hasta ahora es el mayor que se haya visto en infraestructura, pero todavía falta terminar de ajustar temas de financiamiento. Por eso, sí quisiera ser cauto de qué tan positivo o no va a ser como medida contracíclica, porque ese efecto se va a ver si y solo si se ejecutan las obras como se espera.
¿Y el déficit creciente en la cuenta corriente?
Con respecto a la parte externa, es un factor que no es nuevo, ya lleva varios meses deteriorándose. Eso se da en cierta manera porque el tipo de cambio se está depreciando, pero las exportaciones no han tenido el ritmo que se estaba esperando. Un deterioro continuo en la parte externa puede empeorar las cosas, pero al ver las reservas y cómo funciona el tipo de cambio y la inflación aquí, muestra que hay una buena capacidad de respuesta. Frente a la calificación todos los temas son relevantes, pero por el momento diría que el impacto fiscal y la capacidad de respuesta son los que más concentran nuestra atención, ver cómo se puede cumplir la regla fiscal.
En materia fiscal, ¿han visto respuesta de las instituciones?
Es claro que la situación fiscal está más complicada y aún no es clara la respuesta y qué tan eficientemente se puede atender, pero estamos en ese proceso. Hay visión de lo que está sucediendo y una serie de planes y programas que se están discutiendo, pero habrá que ver cómo es la implementación.
¿Qué señales verían ustedes como alentadoras?
Las señales son políticas que tiendan a corregir las deficiencias. Si la variable de ajuste ante los menores ingresos es solamente aumentar el déficit e incurrir en mayor deuda es una política válida, pero no corresponde a una calificación como la que tiene Colombia. Pero si la respuesta ante la caída de los ingresos pasa por ajustar considerablemente el gasto para reducir el déficit, o generar otro tipo de ingresos que compensen, tendría otra repercusión. Pero eso no es de hoy o mañana, hay que ver estas reformas en el tiempo.
El Gobierno dice ser austero con el presupuesto del 2016…
Eso es alentador en el sentido que tienden a buscar estabilidad fiscal, el problema es que ocurre en un contexto en que el mundo se está deteriorando y hay variables sobre las que no hay control. Si bien para controlar el déficit se puede pensar que ajustar el gasto es una buena medida, eso puede impactar el crecimiento. Hay que ver cuál es la ecuación en ese sentido, porque hay muchas variables en el medio. Lo que estamos viendo, por el momento, está en línea con la calificación que el país tiene.
¿Qué otra condición debe mantener para conservar la calificación?
Un tema importante son las sorpresas positivas frente al proceso de paz. Eso sería muy favorable en un entorno en el cual otras cosas no están andando tan bien, por lo que significa a largo plazo. Si bien es muy bueno por todos los años de conflicto, de ahí a que se traduzca a mejor actividad económica va a pasar un tiempo, habrá que ver cómo se manejan las externalidades de esa nueva realidad.
¿Cuáles son los retos y las reformas que necesita el país no solo para mantener la calificación, sino para eventualmente mejorarla?
Mantenemos la perspectiva estable porque Colombia está dentro del grupo de países que han hecho un buen trabajo para afianzar la estructura macro. Lo pendiente de la región es que la estructura micro tiene problemas: la infraestructura y la educación son deficientes, y Colombia no está ajena a eso, es un país con alto potencial que no se puede desarrollar por la falta de esas dos condiciones. Esas reformas toman mucho tiempo y de entrada tienen un costo político, porque el rédito no es inmediato. Cuando uno compara cuál es la diferencia entre los países que tienen grado de inversión en América Latina y en Europa, es el nivel de riqueza, que está dado por muchos años de crecimiento continuo, que se dan cuando se deja de producir materias primas y se empieza a hacer otras manufacturas, pero para que eso pase se necesitan mejor infraestructura y educación.
Luisa Gómez R.
Subeditora de Portafolio