Luego de enfrentar una difícil enfermedad falleció el pasado lunes 9 de diciembre en Miami, a la edad de 75 años, David William Cheever, considerado como el principal gestor de la floricultura colombiana.
Su tesis de grado en la Universidad de Colorado motivó a mediados de los años sesenta en el siglo pasado a varios empresarios americanos y colombianos a iniciar el sector floricultor nacional.
El estudio de Cheever resaltó principalmente las condiciones naturales, económicas y geográficas con que contaba la Sabana de Bogotá para la producción de claveles principalmente.
Cheever destacó las características del suelo, la topografía, la temperatura, la abundancia de recursos hídricos y la luminosidad de la Sabana de Bogotá. En materia económica subrayó el bajo costo de los invernaderos asociado a una operación más eficiente que en otros países, dado que no requerían de calefacción y de iluminación en épocas de invierno. También mencionó el valor de la tierra y la mano de obra como factores claves en la futura competitividad del sector.
En cuanto a la ubicación geográfica de Colombia, preponderó la cercanía al aeropuerto El Dorado y la corta distancia vía aérea hasta los Estados Unidos para atender la demanda durante las temporadas de San Valentín y Madres.
David Cheever obtuvo en 1960 su Bachelor of Science en la Universidad de Massachusetts y en 1967 su Master of Science en la Universidad de Colorado. Se destacó adicionalmente como consultor y propagador de claveles a nivel internacional.
LA RAÍZ DEL NEGOCIO
Sus hallazgos fueron determinantes para la decisión de varios empresarios americanos de iniciar negocios en Colombia, y para que varios empresarios colombianos iniciaran la producción extensiva y tecnológica necesaria para exportar al mercado de los Estados Unidos.
De esta fase inicial que generó el primer despacho de flores colombianas al mercado americano en 1965, se destacan entre otros los nombres de Edgar Wells, Miguel de Germán Ribón y German Restrepo, quienes conociendo las ventajas comparativas del país lideraron el primer proyecto de producción y exportación de flores por 20.000 dólares.
Se sumarían posteriormente otros visionarios empresarios, entre los que se destacan los creadores de Floramérica, el empresario Thomas Kehler, el productor de flores de California Harmond Brown, el economista William Penn y el mismo David Cheever. El Gobierno de la época en el marco de su programa de promoción de exportaciones permitió que esta empresa fuera de capital ciento por ciento extranjero.
Gracias a la tesis de Cheever, durante los primeros cinco años Colombia importó conocimiento y tecnología y se introdujeron en el país importantes invocaciones para el agro nacional: adquisición de esquejes, construcción de invernaderos y sistemas de riego, y se impulsaron los primeros canales de distribución con la creación de compañías importadoras colombianas en los Estados Unidos.
Se dio de igual manera un importante salto en materia de entrenamiento y capacitación de trabajadores y en la organización del trabajo en empresas agrícolas.
Un sector agropecuario nuevo para el país enfrentaba múltiples desafíos, inicialmente relacionados con la infraestructura y la falta de un transporte competente para llevar a los Estados Unidos un producto perecedero como las flores.
De la mano del primer grupo de pioneros de la floricultura colombiana surgió Colcarga como agencia especializada en el transporte y embarque de flores, la cual fue el eje inicial para la posterior creación de Colflores en 1969 y luego de la Asociación Colombiana de Exportadores de Flores, Asocolflores, en 1973.
Augusto Solano Mejía, presidente de Asocolflores, señaló que en la actualidad, el legado de David Cheever prosperó de unas pocas hectáreas hace más de 40 años a cerca de 7.000 en Cundinamarca, el Oriente Antioqueño y el Eje Cafetero, en donde hoy se producen más de 1.600 variedades de flores para exportación.
A la fecha, Colombia es el primer proveedor de flores de los Estados Unidos y el segundo exportador mundial de este producto. Además, la producción floricultora ofrece en la actualidad más de 130.000 empleos formales directos e indirectos en 60 municipios, y con ventas a 90 países por más de 1.200 millones de dólares anuales para el país.
En materia de fletes el sector genera adicionalmente USD 350 millones cada año y se ha consolidado como el primer renglón de exportaciones agrícolas no tradicionales de Colombia.