Fue hace 15 años cuando, luego de probar cuanto producto había en el mercado para limpiar a sus hijas de una infestación de piojos, Jair Guzmán se convirtió en un experto en el tema de la pediculosis, la enfermedad de la piel producida por el insistente rascamiento que producen estos indeseables insectos.
Después de obtener buenos resultados con un tratamiento empleado en sus niñas, Guzmán fue llamado por el colegio donde ellas estudiaban para que los ayudara con todo el salón. “Quedaron tan satisfechos que después me pidieron el favor de colaborarles con todo el colegio. En ese instante se me prendió el bombillo, ya estaba viendo esto desde el punto de vista comercial”, explica.
El tratamiento se hace con dispositivos que lanzan un flujo de aire al cabello del paciente, luego, con peines metálicos y con una técnica que especializó el abogado Guzmán junto a su esposa, se toma el cabello con meticulosidad para extraer todos los parásitos. La sesión de limpieza puede tardar una hora y media.
A pesar del potencial del negocio, no fue fácil para este emprendedor dejar su trabajo como asesor jurídico en una empresa del Estado. En su familia no faltaron quienes lo llamaron 'loco', pero finalmente dio el salto para dedicarse tiempo completo a su idea.
Así se constituyó, hace ocho años, Cabellos Sanos, una empresa familiar en el occidental barrio Santa Helenita de Bogotá. Desde allí, cada día atiende a domicilio a ocho personas y en el consultorio, similar a un salón de belleza, recibe a diez cabelleras que sufren por la intensa rasquiña. Cada sesión tiene un valor de 60 y 40 mil pesos, respectivamente.
“El equipo con el que hacemos las sesiones de limpieza es importado y conseguimos, afortunadamente, ser sus distribuidores exclusivos para Colombia”, precisa este experto ‘matapiojos’, quien agrega que si bien esta es una plaga presente todo el año, en época de vacaciones y antes del inicio de clases el negocio trabaja a toda marcha.
CRECE EL NEGOCIO
Este modelo ha sido tan exitoso que ya tiene franquicias en Ibagué y Bucaramanga. En Bogotá está inaugurando una sede en el norte de la ciudad y espera abrir otra en el sur antes de finalizar el año.
“Con esto queremos abrir una nueva oportunidad laboral para personas que quieren ser independientes, pero que no saben qué hacer. Con Cabellos Sanos estamos ofreciendo un negocio innovador, un negocio que por lo raro tienen acogida”, sostiene.
Quien quiera abrir una franquicia de Cabellos Sanos “tiene que tener una empatía por los niños, una afinidad con el tema de la peluquería y algo de conocimientos básicos de enfermería”, explica Guzmán, al tiempo que señala que para eso revisan el perfil del solicitante. "No podemos tener a personas que le dé asco ver piojos, porque pierde la esencia el negocio”, precisa.
La inversión inicial es de cinco millones de pesos para el montaje de las instalaciones y de siete para la venta de la razón social. Se pide un fondo de publicidad y si la franquicia tiene éxito, de común acuerdo se prorroga el contrato.
Con la ayuda de un laboratorio, Jair desarrolló una loción acondicionadora que ayuda en la eliminación de los piojos. Mensualmente comercializa 1.000 unidades y vende otras 5.000 en presentación en cojín, lo que lo convierte en uno de sus productos estrella. El otro es un peine que fabrica y del cual distribuyen unas 500 unidades mensuales.
Como política, Cabellos Sanos ha empezado a dar trabajo a madres cabeza de hogar. Actualmente en la sede de Santa Helenita nueve mujeres se emplean en la ardua tarea de despiojar a niños, jóvenes y alguno que otro adulto.
Aunque la labor de pediculisista no está reglamentada, Jair rema para que sea reconocida como una profesión. “Estamos dando la batalla, reuniendo los requisitos para que sea una realidad. Hoy tenemos un modelo de negocio que es único en el país”, concluye.
Iván Ricardo Torres
Redactor Portafolio.co