Con una inversión de más de 4.000 millones de pesos en 1.500 eventos culturales, los organizadores de la Feria del Libro ‘sacaron la casa por la ventana’ y esperan que en esta ocasión los visiten más de 452.000 personas, cifra que lucieron en la versión anterior. Pero no todos creen que sea una buena época para el sector e incluso hay algunos que no le tienen fe a la FILBo.
A esta altura de la era móvil y digital, la feria resulta un buen termómetro para revisar el impacto en la industria editorial del país. ¿Se venden pocos o muchos libros en Colombia? ¿Se producen y exportan más libros? ¿Qué tantos estamos leyendo los colombianos? Para resolver estas dudas antes de ir a caminarse la Feria, Portafolio.co habló con tres actores del mundo editorial colombiano: el director de la Cámara Colombiana del Libro, el director de la Librería Nacional y el escritor Ricardo Silva.
El primero en aguar la fiesta es Felipe Ossa, director de la Librería Nacional. "La Feria es un error desde el punto de vista comercial. En los países serios, este tipo de eventos son para exhibir novedades y hacer que la gente vaya a las librerías a comprar. Además, la FILBo no ha contribuido absolutamente en nada a que la industria crezca y el índice de lectura es un ejemplo perfecto. Lleva 25 años y no levanta los números. Su problema es que no crea lectores permanentes y eso es lo que necesita el negocio”, sentencia.
Aunque no es la época en la que más se vende en el país – el título se lo lleva diciembre – Enrique Gonzaléz, director de la Cámara Colombiana del Libro, asegura que la FILBo ha ido fidelizando cada vez más público.
“La Feria es cada vez más seria, mejor organizada. Es el pretexto perfecto para acercar a la gente a la industria y que se enteren de libros que de otra manera no tendrían idea que existen”, opina Ricardo.
Pero el director de la Cámara del Libro también confiesa que los números en la rueda de negocios han ido cayendo y que la tendencia no va a parar. “Esperamos mantener los resultados en 12 millones de dólares en expectativas de transacciones, pero es muy difícil”, acepta.
Y las cifras le siguen dando la razón a Ossa. Los colombianos leen en promedio dos libros anuales, una cifra que no ha variado desde hace un tiempo atrás. La producción tampoco presenta mayor crecimiento: en el país, 16 mil títulos nuevos logran un puesto en las estanterías cada año, un número que aumenta en promedio un 5 % pero que de 2013 a 2014 se estancó.
Enrique González relata otro capítulo de horror: las mayores exportaciones para el sector, que eran las de biblias, han estado cayendo. “Un cliente estadounidense prefiere comprar un ‘texto sagrado’ en China y no en Colombia porque le sale 30 % más barato”, asegura. Tanto así que Colombia perdió el mercado venezolano.
Sin ir tan lejos, hoy el país exporta el 38 % de productos editoriales de lo que vendía al exterior en 2008 y Venezuela, que para ese entonces era el segundo socio comercial de Colombia, hoy ni siquiera está en el ‘top 5’, según cifras del Dane.
¿POR QUÉ NO LEEMOS MÁS Y LAS CUENTAS DE LA INDUSTRIA SE ESTÁN AFECTANDO?
Uno de los ‘ogros’ que aterroriza al sector es la tasa de cambio. Para un negocio que considera ‘absolutamente minoritario’, Felipe califica al dólar como una ‘amenaza directa’ a la distribución y comercialización del libro en el país, pues una gran porción de textos llegan de España, México, Argentina y Estados Unidos, y la industria nacional que produce libros es pequeña.
Para Ossa, al final del día, quien resiente los efectos de la divisa es el consumidor: ya cree que los libros son costosos y verá cómo sus precios se siguen incrementando. “El libro no es un objeto vital y la gente termina por prescindir de él”, asegura Felipe.
Al otro lado de la balanza se encuentra Ricardo Silva, escritor colombiano. Aunque Silva concuerda en que la industria está en crisis, asegura que así se acostumbró a vivir. Para él, que Colombia no sea un ‘país lector’ se debe a que un libro cuesta el 10 % de un salario mínimo. El problema reside en el óxido que lo corroe todo en este país: la inequidad.
Más allá de las respuestas obvias cuando se pregunta por soluciones - mejorar la educación y la calidad de vida de los colombianos - Ricardo considera que el mundo del libro vive con poco pero sobrevive: sus gastos no son exagerados pues el sector no demanda inversiones tan exorbitantes como otros sectores del entretenimiento y, por eso, no necesita vender en grandes cantidades.
De hecho, si hablamos en términos de ingresos, la industria editorial ha ido creciendo, especialmente en los últimos dos años. Según la Cámara Colombiana del Libro, el sector facturó poco más de 540 mil millones en 2008; para 2012, la cifra se acercaba a 600 mil millones. Dos años más tarde, facturó 900 mil millones de pesos.
Pero al final del día… ¿el libro es negocio? Sin contestar con una respuesta monosilábica, ellos son contundentes con su sugerencia para editores, librerías y escritores: ser cautos y cuidadosos en sus finanzas.
¿Y la Feria? Es la oportunidad perfecta para olvidarse de las cifras y disfrutar de su magia. La misma que fundó Macondo y catapultó al país como la cuna de uno de los mejores escritores del mundo. Que la FILBo sea la excusa para celebrar que Gabo será siempre nuestro y - ¿por qué no? – de pronto se le enrede un libro.