Colombia está entrando en una nueva era corporativa y la prueba es que en materia de certificaciones no solo existen el sello de calidad y el de sostenibilidad, sino que una empresa que se considere ambientalmente responsable debe tener en su haber también el ambiental.
Más que una moda, una tendencia, lo que esta distinción destaca es una verdadera responsabilidad con el medio ambiente, con los clientes y proveedores.
Por ello, el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, como parte del Plan Nacional Estratégico de Mercados Verdes, creó el Sello Ambiental Colombiano (SAC) y reglamentó su utilización con la Resolución 1555 de 2005, expedida conjuntamente con el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo.
Lo que el Ministerio tiene en cuenta al otorgar esta certificación es que la empresa haga uso sostenible de recursos, utilice materias primas que no degraden el medio ambiente, destine una menor cantidad de energía o haga uso de fuentes renovables y que, en lo posible, utilice materiales que se puedan reciclar, reutilizar o biodegradar.
También tienen en cuenta que se utilicen materiales reutilizables en los empaques, reciclables o biodegradables y en cantidades menores, como sucede con algunas botellas para envasar agua, que progresivamente han ido reduciendo la cantidad de plástico que conforman el envase y la tapa.
Pero no solo se contemplan los materiales, sino que los procesos deben utilizar tecnologías limpias, pues de nada sirve un producto, cuyo proceso de elaboración haga uso de cantidades abundantes de combustibles fósiles.
Así mismo, el producto y su empaque deben dar información a los consumidores sobre la forma más idónea de disponer de ese material, una vez haya acabado su vida útil.Concepto nuevo
La misión de las entidades certificadoras es la de promover la cultura de la protección al medio ambiente de forma atractiva y accesible, un concepto aún no muy conocido en el ámbito empresarial colombiano.
El sello de protección de la naturaleza está adaptado a la realidad social y ambiental de Colombia y aplica para organizaciones privadas y públicas, y tiene como objeto crear nuevos estándares de buenas prácticas para que cada compañía las multiplique entre sus grupos de interés.
Este proceso de certificación es voluntario y hace posible identificar niveles de desarrollo de las compañías, que a su vez les permite ver los aspectos sociales, ambientales y económicos de su negocio, y tener un retorno de la inversión, además de la conciencia de proteger el medio ambiente.
Según la firma Contreebute, que acompaña a las empresas en procesos similares, “mediante prácticas como la protección al hábitat y el mismo proceso de certificación, ganan las empresas que se preocupan por su transparencia, ganan poder de decisión y les muestran a sus clientes y grupos de interés cómo hacen las cosas para que las reconozcan”.
Así, la etiqueta ecológica es un distintivo que se obtiene de forma voluntaria y puede ser para un producto o servicio que cumpla con los requisitos para su categoría.
UNA DISTINCIÓN PARA TODOS
Sin importar si la empresa es nacional o extranjera, todas tienen oportunidad de participar en estos procesos, como es el caso de la alemana Siemens, que el pasado 11 de agosto obtuvo el sello ambiental para su fábrica de tableros y celdas de media y baja tensión ubicada en Tenjo (Cundinamarca).
Al emplear tecnologías limpias o con un menor impacto sobre el ambiente, voceros de Siemens en Colombia dicen que su empresa “quiere reafirmar su posición en el mercado y su compromiso con el medio ambiente”.
Mediante el SAC, el país pretende estar a la altura de tendencias mundiales de programas similares y entre esas están la Etiqueta Ecológica, de la Unión Europea; el Cisne Blanco, de los Países Nórdicos; el Sello Verde, de Estados Unidos y el Ángel Azul, de Alemania.