De acuerdo con el estudio del doctor R. Evan Ellis, profesor e investigador del US Army War College, titulado ‘El colapso de Venezuela y su impacto en la región’, la problemática del vecino país suele ser erróneamente diagnosticada como una crisis política o económica. Ellis sostiene que la situación en Venezuela se entiende mejor como un acto criminal sin precedentes en Latinoamérica; mejor aún, como la captura y el saqueo sistemático de un Estado perpetrado por medio de la captura de sus instituciones, a través de la movilización de masas y las maquinaciones burocráticas chavistas, que consolidaron su poder mediante el uso de la fuerza militar.
Es difícil anticipar cuándo o cómo el gobierno totalitario de Maduro se derrumbará. Sin embargo, no cabe duda alguna de que el régimen dictatorial de Venezuela es económica y políticamente insostenible, especialmente a la luz de las recientes sanciones financieras de EE. UU., que prohíben la negociación de nuevas emisiones de deuda y de bonos por parte del Gobierno y la petrolera estatal Pdvsa.
Ellis analiza tres escenarios plausibles del colapso sistémico de Venezuela: el primero se refiere al agotamiento de la resistencia y la consolidación del Estado criminal. En este escenario, los militares y el Ejecutivo mantienen la cohesión. A través de la represión brutal de militares y colectivos armados, se suprime la resistencia civil. Así, el régimen consolida su tiranía con una nueva Constitución y una Asamblea Legislativa de papel.
En el segundo escenario, la escalada de violencia se resuelve mediante la imposición de un régimen de compromiso. En este escenario, la violencia aumenta significativamente de manera inicial entre colectivos y venezolanos identificados con la oposición, que exigen y consiguen, la restauración del orden constitucional previo.
En el tercer escenario de prolongada criminalidad, represión e insurgencia, la violencia también aumenta. Sin embargo, a diferencia del entorno anterior, no se puede lograr un acuerdo que implique una transición del poder. La represión y los ataques contra la oposición por parte de los colectivos se transforman en violencia a gran escala y despotismo absoluto.
En los tres escenarios, aumentará la ola de refugiados hacia Colombia, Brasil, Aruba, Curazao, Trinidad y Tobago. En el primer semestre del 2017, ingresaron a Colombia –provenientes de Venezuela– 51.177 personas con permiso migratorio, y 141.000 lo hicieron de manera irregular para ganar dinero en la economía informal y comprar bienes de consumo no disponibles en Venezuela, mientras que otros decidieron permanecer, particularmente, en Cúcuta, la costa Caribe y su zona de influencia. Además de los impactos altamente desestabilizadores de los refugiados, los expertos colombianos en seguridad –asegura Ellis– temen que los inmigrantes recién llegados sean reclutados por las ‘bacrim’ y el Eln.
Por último, en criterio del secretario adjunto de Estado para Seguridad y Lucha Antinarcóticos de Estados Unidos, William Brownfield, Venezuela supone un “problema gigantesco” para la seguridad de la región, sin solución democrática de largo plazo, mientras exista el narcotráfico.