Llama poderosamente la atención que numerosos premios nobel coincidan en criticar las medidas proteccionistas adoptadas por Donald Trump.
Es verdad que otros laureados como Joseph Stiglitz y Paul Krugman no suscribieron la misiva, pero nadie desconocerá la fuerza de un mensaje suscrito por el último nobel Richard H. Thaler, así como por otros laureados: Oliver Hart (2016), Alvin Roth (2012), George Akerlof (2001), Robert Merton (1997), James Heckman (2000), Robert Lucas (1995), Eugene Fama y Robert Shiller (2013), Vernon Smith (2002), Robert Engle (2003), Robert Solow (1987), Roger Myerson y Eric Maskin (2007), Edmund Phelps (2006).
La carta retoma la argumentación que hace 88 años esgrimieron 1.028 economistas para llamar a los congresistas a no aprobar la Ley Smoot-Hawley, que imponía elevadísimos aranceles, creyendo que por esa vía derrotarían la recesión desencadenada en 1929. Los legisladores hicieron caso omiso de ese llamado y dicha ley ahondó la recesión.
Por ello, los mencionados economistas, con el respaldo de Mankiw y Acemoglu, han advertido que el retiro de los acuerdos internacionales y la pretensión de resolver el déficit comercial elevando los aranceles solo conseguirá encarecer los bienes que consumen los estadounidenses, señalando que podría estarse cometiendo el mismo error de 1930, y creen que esto resultará más grave ahora porque el comercio exterior tiene mayor peso que en la época de la Gran Depresión.
Los firmantes retoman la argumentación de la anterior misiva, basada en la teoría estándar del comercio internacional al decir que “Los países no pueden comprarnos a menos que les permitamos vendernos, y la elevación de tarifas a nuestras importaciones solo conseguirá reducir la posibilidad de que les exportemos a ellos (...), y sin duda traerá medidas retaliatorias”, tal como han anunciado China y Europa.
Aunque los firmantes de antes y de ahora vinculan el tema del comercio con la gobernanza mundial, al urgir al gobierno “a considerar el impacto que una política de altos aranceles podría tener en nuestras relaciones internacionales. Una guerra de aranceles no será será buena para la paz mundial”.
La administración estadounidense no ha respondido a la misiva, pues, como ha resultado claro hasta ahora, es la presión de los gremios y productores de los estados afectados por la competencia internacional los que determinaron la victoria de Trump y han estado detrás de decisiones como la reapertura de minas de carbón, la reactivación de la construcción del oleoducto desde Canadá, la reapertura de las ventas de autos de gran tamaño y el retiro del acuerdo de Cambio Climático de París.
Pero las retaliaciones de China y Europa, diseñadas con precisión para afectar a los productores que apoyan a Trump, han llevado a la administración estadounidense a la mesa de negociación.
¡Ojalá la trágica historia no se repita, como comedia!
Beethoven Herrera Valencia
Profesor, U Nacional y Externado
beethovenhv@gmail.com