Lo más importante que el presidente Correa destaca de su obra de gobierno es que los ecuatorianos mejoraron su autoestima, y el solo hecho de que haya permanecido diez años en el poder, muestra una notable continuidad, mientras en la década anterior hubo siete presidentes.
Al comienzo, tuvo abundantes recursos derivados del petróleo, pero la caída de los precios coincidió con el terremoto, lo que llevó al país a una severa estrechez fiscal, evidenciando la alta dependencia de las exportaciones de banano y crudo, así como la imposibilidad de cambiar la matriz productiva.
El largo ejercicio del poder y la persistencia del problema del desempleo han llevado a cierto desgaste, que explica la decisión de Correa de no postularse para un nuevo periodo presidencial –aunque la Constitución se lo permite–, y así abandone el cargo, el marco institucional que queda tras su partida, la mayoría parlamentaria, y el Fiscal, Contralor, Defensor y Ministerio Público favorables a su política, podrán asegurar la continuidad del actual modelo.
La Constitución de Ecuador –redactada por la Asamblea, reunida en Monte Cristi, como homenaje al líder reformista liberal Eloy Alfaro y promulgada en el 2008– establece la prohibición de ceder soberanía a favor de instancias internacionales, lo cual determinó el retiro de Ecuador del Ciadi, instancia arbitral del Banco Mundial, tras el fallo adverso a Ecuador en su demanda contra una petrolera por la cesión inconsulta de un contrato. A pesar de que Correa se negó a negociar simultáneamente con Perú y Colombia un tratado de libre comercio con la Unión Europea, finalmente firmó su propio acuerdo, el cual entró en vigencia el pasado primero de enero.
Todos los analistas reconocen al gobierno de Correa el desarrollo de infraestructura, por ejemplo, en refinerías, hidroeléctricas y carreteras (aunque que hubo evidentes fallas en la refinería de Esmeraldas), pero se cuestiona que el aumento de las vías construidas no se corresponde con el incremento del transporte de carga, posiblemente porque el país no ha logrado aún un destacado avance productivo.
Bajo el gobierno de Correa el crecimiento económico fue de 4,4 por ciento, los vehículos de pasajeros crecieron 13,37 por ciento anual, mientras que el transporte de carga aumentó al 6,99 por ciento, y el total del parque automotor, 11,09 por ciento (Instituto de Estadísticas y Censos - Inec).
El modelo de desarrollo aplicado muestra un crecimiento centrado en el sector público, principal generador de empleo, y existe inquietud acerca del retorno de los becarios enviados al exterior ante la escasa oferta de vinculación profesional en empresas productivas, en tanto que los empresarios sostienen que existe presión desde la Administración Tributaria, las superintendencias de Bancos, la de Control de Poder del Mercado y la de Compañías. Los empresarios explican su bajo nivel de inversión por las políticas oficiales contrarias al sector privado y a lo que denominan ‘abusos normativos’, lo cual ha conducido a un exceso de energía y ciertas generadoras están siendo privatizadas a través de alianzas público-privadas con empresas chinas.
Tras la moratoria que Ecuador decretó de la porción de su deuda externa, que una comisión de auditoría reconoció ilegítima, el país vio cerrado el acceso a las fuentes internacionales y recurrió al financiamiento de China, cuyas condiciones no son siempre conocidas. The Economist estima que son más onerosas que las que operan en los mercados occidentales.
Para enfrentar el terremoto, Correa acudió al FMI, que le prestó 364 millones de dólares, sin condicionalidad, y el Banco Mundial le había aprobado en 150 millones de dólares. Cabe advertir que el monto total de la reconstrucción fue estimado en 3.300 millones de dólares –más del 3 por ciento del PIB–, lo que, unido al desbalance del presupuesto, genera necesidades por 8.500 millones de dólares, recursos que deben buscarse con más deuda externa, la cual ya asciende a 40.000 millones de dólares.
Pese a que Correa, cuando era candidato presidencial, propuso desmontar la dolarización, ya en la presidencia ha reconocido que ello es imposible, pues blinda a la economía del riesgo inflacionario, y todos los candidatos opositores coinciden en que constituye un dique frente a la inestabilidad. Aunque el presidente Correa podía postularse a una nueva elección, ha preferido no hacerlo y se irá a Bélgica, pero puede postularse en el futuro. Llama la atención el distanciamiento que, desde el 2008, tuvo con indígenas, sindicatos y ambientalistas opuestos a la explotación petrolera en el Parque Natural Yusuni.
Para ser elegido presidente se requiere obtener, en primera vuelta, más del 40 por ciento de los votos, y según todas las encuestas ningún candidato lo obtendrá, pero parece seguro que Lenin Moreno, del partido gobernante, irá a la segunda vuelta para enfrentarse con uno de los opositores, el banquero Guillermo Lasso, o la candidata del Partido Social Cristiano, Cynthia Viteri; en tanto que el exgeneral Paco Moncayo, exalcalde de Quito, podría apoyar a Moreno en la segunda vuelta.
Las encuestas disponibles permiten prever la victoria del candidato oficialista y, por ende, una continuidad del modelo político, con una actitud menos confrontacional por parte del eventual nuevo presidente; pero no cabe duda de que va a actuar con grandes restricciones económicas y enfrentado a una fuerte contestación de los sectores sociales y empresariales.
Beethoven Herrera Valencia
Profesor, U. Nacional y Externando.
Ecuador, futuro sin Correa
Aunque el presidente ecuatoriano se negó a negociar simultáneamente con Perú y Colombia un TLC con la U.E, finalmente firmó su propio acuerdo.
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