Colombia ha venido experimentando algunas consecuencias del cambio climático, fenómeno ocasionado por la acumulación de gases efecto invernadero en la atmósfera, y que amenaza con impactos desastrosos para la humanidad en el futuro. Eventos como la ola invernal que azotó al país del 2010 al 2012, y la intensa sequía que se ha empezado a manifestar en diferentes zonas, ocasionadas por el enfriamiento o calentamiento de las aguas superficiales del Océano Pacífico (fenómenos conocidos como La Niña y El Niño), deben su anormal intensidad y crudeza, en buena medida, al cambio climático.
Adicionalmente, los efectos catastróficos de esos fenómenos climáticos obedecen a otras causas como la alteración y aceleración del ciclo del agua, ocasionadas por actividades humanas como la deforestación de las cuencas de los ríos, la invasión y ocupación de sus rondas y la destrucción de otros ecosistemas críticos para la regulación del agua, como lagunas, ciénagas, humedales, manglares y páramos.
El Gobierno actuó ampliamente para enfrentar los resultados de la ola invernal, sin poder subsanar todas sus consecuencias, y ya empezó a hacerlo frente a la sequía, pero a pesar de ello los estragos por la falta de agua están agobiando a algunas regiones, con lamentables pérdidas humanas y económicas.
Frente a este panorama desolador y lamentable, ha surgido una maravillosa actitud en diferentes ciudades del país que puede ser la clave para encontrar soluciones de fondo y largo plazo en los programas de mitigación y adaptación al cambio climático. Grupos de jóvenes, preocupados por la situación de la gente de La Guajira, han venido aportando y consiguiendo recursos para adquirir botellones de agua, en cantidades muy importantes y organizando su recolección y envío a las poblaciones afectadas. Esta acción ha suscitado la colaboración de algunas entidades para estos propósitos.
Otro ejemplo de esta actitud de los jóvenes ocurrió en el II Congreso Colombiano de Áreas Protegidas, en el que sorprendió gratamente la presentación de un grupo de jóvenes, en la que analizaban diferentes problemas ambientales del país y de sus sitios de origen, planteaban soluciones a los mismos, exigían la acción del Estado y se comprometían firmemente a trabajar en ellas.
La indispensable garantía para la conservación del ambiente, la preservación de la vida y el confort y la felicidad de la humanidad es sembrar en los niños, desde el mismo hogar, la admiración por el universo y por la naturaleza, enseñarles a conocerlos y disfrutar de sus maravillas, a respetar y cuidar las diferentes formas de vida, a que comprendan que su existencia, progreso y bienestar están inexorablemente ligados a la conservación y salud del medio ambiente.
Estos conceptos deben tener continuidad y ser reafirmados en los colegios y universidades con materias, prácticas y actividades que estimulen el compromiso y la creatividad de los alumnos y formen en ellos una conciencia de responsabilidad con la naturaleza.
Con estos fundamentos, los niños y jóvenes de hoy constituirán familias que con su comportamiento cotidiano establezcan una relación favorable con el ambiente, serán los investigadores que encontrarán soluciones tecnológicas y socioeconómicas a grandes problemas y los líderes que negociarán y lograrán consensos para que todos los países trabajen aunadamente por la salud del planeta. Con ciudadanos formados así, el mundo podrá enfrentar, con mejores posibilidades, los descomunales retos que plantea el cambio climático.
Camilo Aldana V.
Consultor
caldana3@yahoo.com