Así como innovar se entiende como hacer algo diferente, lo estratégico se asimila a lo importante. Ambas asociaciones son ciertas, pero por ser tan generales no dejan de ser falsas a la vez y de conducir inevitablemente a confusiones. Es cierto que lo estratégico en una organización es aquello que es más importante para ella, porque tendrá que ver significativamente con sus resultados de negocio y su éxito del mañana. No por lo que pase hoy con ella, sino porque son esas iniciativas estratégicas las que la van a llevar adonde quiere llegar. Está claro que sin un presente alentador, o por lo menos sostenible, el futuro queda en entredicho. Y por esto mismo el presente es sin lugar a dudas muy importante, pero no necesariamente fundamental para una organización.
Si una empresa opera, por ejemplo, en el mercado de los sistemas de información vendiendo equipos y ha entendido que el futuro de este negocio no va a estar en la venta de máquinas -cada vez más indiferenciadas y en consecuencia con menores márgenes-, sino en la venta de servicios profesionales asociados a la entrega de soluciones integrales de información a los compradores, las acciones conducentes al logro de ese objetivo van a ser para ella estratégicas, mientras que las otras no. Esto no quiere decir que dejen de ser importantes -vender lo que se presupuesta vender (o más), que para el caso de nuestro ejemplo pueden ser hoy muchas más máquinas que servicios profesionales, contar con una infraestructura adecuada para trabajar, tener la información del negocio disponible oportunamente, capacitar al personal y pagarle a tiempo-, en fin, todas aquellas actividades que son propias y que hacen que una organización funcione más o menos bien. Pero que si no contribuyen directamente a llevar a la organización adonde se decidió que se quiere llegar no son estratégicas, independientemente de cuán importantes sean para la operación actual.
Muchas organizaciones dedican ingentes esfuerzos a racionalizar y a sistematizar la definición de los planes de trabajo en cada una de sus áreas constitutivas pensando que con ello le están dando un carácter decididamente estratégico a su gestión. Se equivocan. No porque mejorar la efectividad de una gestión sea inconveniente, pues gerenciar con método es mucho mejor que hacerlo sin él.
Pero como se quejaba hace poco el Gerente de una empresa líder en su ramo que no ha encontrado el camino para seguir creciendo en su negocio: "nosotros ejecutamos con obsesión nuestros planes de acción, pero los resultados que buscamos no se dan, hacemos la tarea, pero no logramos lo que queremos".
Una frustración corriente que ha inclinado desfavorablemente la relación beneficio-costo a la hora de hacer el esfuerzo de elaborar un plan estratégico. Pues el asunto de fondo -distinguir entre lo que es realmente estratégico y lo que no lo es- se ha subestimado y a cambio de enfrentar un desafío que no es fácil, que es retador pero que no es imposible -pensar en cómo entregarle un mayor valor a los compradores, mejorar la rentabilidad del negocio y atraer y retener a las personas necesarias para hacerlo realidad- se ha optado por un despliegue metodológico de cascadas, niveles, indicadores, cronogramas y todo lo demás. Activismo obsesivo que mantiene ocupados a quienes con él se entretienen y que así le apuestan -quizás sin plena conciencia- a que la mejor estrategia es seguir haciendo, con más método, lo mismo que están haciendo hoy. Exactamente lo mismo que vienen haciendo año tras año, desde tiempo atrás.
GaitanCamilo@etb.net.co
Estrategia no es sólo cuestión de método
Muchas empresas dedican esfuerzos a racionalizar y a sistematizar la definición de planes de trabajo
POR:
Camilo Gaitán
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