Hay tres grandes lecciones de los últimos años en temas macroeconómicos: no podemos depender del precio del petróleo ni de los fenómenos climáticos, y nuestra economía funciona diferente a los libros.
Muchos se dicen sorprendidos porque el PIB creció poco el primer trimestre del año, y las frases de los noticieros de televisión y radio fue de “preocupante desaceleración”.
Toca decirlo, y decirlo en voz alta: la economía colombiana salió muy bien librada de la caída del precio del petróleo. Mientras se desaceleró y no presentó recesión, Brasil, Venezuela, Ecuador, Rusia y hasta México la vieron muy oscura. Lo que nos pasó fue simple: el precio de venta del producto que más vendemos, cayó 50% en un mes y nuestras ventas al exterior se frenaron en 25%, causando que nuestra moneda perdiera cerca del 50% en solo semanas, y pese a todo esto, lo que le paso a nuestra economía, es que creció más despacio, sin frenar nunca, e incluso aumentando el ingreso per cápita en términos reales y de paridad de compra.
Esto ocurrió por dos razones fundamentales: nuestras instituciones económicas, en particular el Banco de la República, y nuestra informalidad y criminalidad, que puede explicar más del 50% del PIB, y al recibir este tipo de choques externos, se ajusta diferente que la economía formal, porque no son las tasas de referencia las que hacen que este mercado se mueva o no, sino los incentivos que se crean en el mercado, como el contrabando, el cultivo de droga, las ventas informales, la evasión y la elusión.
Es desafortunadamente curioso que nuestra economía que tiene mucho de “el que peca y reza empata”, evitó caer fuertemente gracias a nuestros ‘pecados’. Un buen ejemplo de esto, es el gasto de los hogares, que al sentir inflaciones altas en el 2015 y el 2016, cambiaron de canal de compras, buscando menores precios y dejando atrás la búsqueda de la calidad o de las marcas.
El caso del vestuario es un buen ejemplo de esto. El contrabando sigue siendo una fuerte amenaza al mercado, e incluso en los aceites de cocina la informalidad explica una buena torta del mercado, sin hablar del mercado de carne en el país.
Estos ‘permisos’ que nos damos, como consecuencia de las transiciones económicas y productivas que hemos tenido son el enorme dolor de cabeza de las autoridades monetarias, pero en 2014-2017 ayudaron a salvar la economía.
Esto nos debe dejar una serie de lecciones muy profundas. La primera es que nuestra economía no puede depender del precio de un producto en el que no somos relevantes, que los fenómenos climáticos continuarán, y que las autoridades deben tener una solución clara y concreta para evitar volatilidades en el precio de los alimentos y tener mecanismos de abastecimiento. Ambas son lecciones duras y que requieren política pública y no titulares.
Esta informalidad, que es parte fundamental de “nuestra economía a la colombiana”, debe seguir su tránsito a la legalidad, pensando en el bien de muchos y no en la protección de unos pocos. La economía de un país refleja su cultura, y la nuestra hoy tiene dos caras: la de la dependencia de los mercados globales básicos y la dependencia de nuestras debilidades. Y esto tenemos que pensarlo.
¿La informalidad nos salvó?
Es desafortunadamente curioso que nuestra economía, que tiene mucho de ‘el que peca y reza empata’, evitó caer gracias a nuestros ‘pecados'.
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