Sin duda, uno de los mayores logros de la Constitución de 1991 fue la reducción de la inflación en Colombia, y esto debe ser agradecido en su gran mayoría a las políticas de un banco central independiente, que bajó el ‘impuesto de los pobres’ del 30% al 3%, en 20 años.
Pero caben tres preguntas hoy en el mundo económico: ¿una inflación baja asegura la estabilidad macroeconómica?, ¿se puede seguir hablando de bancos centrales independientes?, ¿es buena una inflación baja en países en vía de desarrollo? Tres cargas de profundidad al llamado Concenso de Washington, que está en el foco de los revisionistas.
El FMI acaba de publicar un estudio en el cual se evidencia que el control de inflación dista mucho de asegurar la estabilidad macroeconómica como en el caso de EE. UU., Turquía, Corea del Sur y Brasil. De hecho, que las políticas macroprudenciales pueden no ser efectivas para contener el riesgo sistémico, y todo esto debido a que las políticas macro están fuertemente influenciadas por tendencias globales que no pueden ser contenidas por acciones locales. Por esto, lograr vencer la inflación no asegura mucho en el terreno macroeconómico en este entorno globalizado.
En el mismo sentido, Joseph Stiglitz y Stephen King confirman lo que es un secreto a voces: muchas de las decisiones y la filosofía misma de los bancos centrales son altamente independientes, pero en la realidad la independencia institucional no existe. Han sido los bancos centrales los que han salido a salvar muchos de los problemas financieros de los últimos años. Esto no afecta la independencia en la toma de políticas monetarias, pero es evidente que para el caso colombiano las presiones de los gremios, de los medios y del mismo gobierno, han sido lo suficientemente fuertes para poner a tambalear la independencia pura.
Esto se conjuga en tener una inflación baja. Una inflación baja es el resultado de una serie de políticas que reducen las dinámicas de los precios, y Colombia se ha situado en una franja de inflación sub4%, que nos pone como un mercado estable en precios, pero por ende, claramente susceptible a los cambios de los mismos, ya que si un comprador ve que un producto cambia de precio por encima del 4%, la situación le parecerá injusta, y si baja de precio mucho, la situación le parecerá insólita y comenzará a hacerse preguntas.
En el 2012, logramos una inflación 2,44% porque muchos productos no subieron de precio o los bajaron, y porque los servicios no pudieron subir tanto debido a la inflación del 2011 y los acumulados dentro del mismo año, causando que no se transmitiera el aumento de los costos fijos (en particular salarios) al precio final. Esto no solo deja ver que la inflación de 2,44% no es un triunfo de política monetaria únicamente, sino la consecuencia de un mercado frío que debió bajar precios, hacer descuentos e, incluso, importar producto para competir, causando un déficit comercial y serias presiones en el tipo de cambio. Dichas situaciones dejan ver que el Banco al final no es tan independiente, que la inflación baja no estabilizó nuestra macroeconomía y que los precios bajos fueron consecuencia de la contención de compra. Sin duda mucho por pensar.