Continuamente vemos columnistas opinando sobre temas económicos con más pasión que fundamentos, asustando a las personas, como si quisieran transformar la opinión de la gente hacía posiciones políticas y no racionales. El posconflicto no es tan caro ni tan desastroso.
Son diversos los cálculos que se han hecho sobre este costo. Según estimaciones de Raddar ello puede ser como mínimo 400 billones de pesos; esto es cerca de la mitad del PIB en el 2015, y 2,5 veces el presupuesto nacional de ese año. Puesto así, es simplemente impagable.
Pero esto se estima por 20 años, por lo tanto, solo se asumirá una fracción de ese costo en cada periodo, que será cercano al 5 por ciento del PIB, incluyendo todos los costos; cerca del 80 por ciento son gastos militares y sociales que ya están en el presupuesto, lo que nos deja que el posconflicto puede costar casi el 1 por ciento del PIB, es decir, más o menos el 3 por ciento del presupuesto nacional.
Se debe aclarar que este 1 por ciento, que son más o menos 7 billones de pesos, no son para pagar los guerrilleros, sino para la reparación de víctimas, restitución de tierras y programas en saneamiento básico, infraestructura, programas agrícolas y demás acciones sociales que requiere el campo colombiano, manteniendo el mismo pie de fuerza de hoy, y creciéndolo año a año.
La mentira toma fuerza cuando se dice que un salario mínimo no llega a los 700.000, y que a cada guerrillero le darán 1’800.000 pesos. Esto es un sofisma muy peligroso en contra del proceso. En los pasados procesos de reinserción se hizo lo mismo con el M-19, Quintín Lame, Corriente de Renovación Socialista del Eln y paramilitares.
Hagamos las cuentas: si son 10.000 guerrilleros, y se les paga por 5 años (como se ha hecho en el pasado), estamos hablando de 216 mil millones anuales, que sería algo así como el 3 por ciento del costo anual del proceso, esto es el 0,03 por ciento del PIB. Mientras que son cerca de 2 millones de personas que reciben un salario mínimo, con un ingreso de 16,7 billones de pesos, que representan el 2,4 por ciento del PIB. Simplemente, no se puede hacer la comparación.
Todas estas afirmaciones sin peso dañan el proceso, y valga decir que yo sí quiero que ese proceso termine en una firma del fin del conflicto, pero comprendo que para muchas de las personas mayores de 50 años esto sea muy difícil, y sé que los menores de 30 lo exigen como un deber de sus padres hacía sus hijos, haciendo que el tema político sea complejo: porque unos quieren ganar la guerra y otros que se llegue a un acuerdo sin más muertes.
Es momento de que comencemos a pensar este tema con la cabeza y no con el pasado. Muchos hemos sido víctimas del conflicto, y muchos desean que las cabezas de la guerrilla sean condenadas y puestas tras las rejas, pero también saben que en un proceso de paz eso es imposible, o de lo contrario no se estaría negociando nada.
Una cosa que se nos olvida y que debemos aceptar, así sea duro decirlo, es que ellos también son colombianos, delincuentes, terroristas, desalmados, pero colombianos, y nuestro deber es hacer la paz con ellos y con nosotros mismos.
Camilo Herrera M.
Presidente de Raddar
camiloherreraraddar@gmail.
El posconflicto no es caro
POR:
Camilo Herrera Mora
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