El IVA universal es la solución a muchas cosas, pero en una tasa moderada. Pensar que podemos tener un IVA del 18 por ciento en el gasto de los hogares, es simplemente pedirle a las personas que destinen cerca de 11,5 por ciento de sus compras y pagos a este impuesto, sin sumar las retenciones en la fuente y los pagos de parafiscales, que hacen que asumir costos por temas tributarios y legales sea cada vez más grande.
La idea de la tasa universal de IVA es indebatible: simplifica, evita evasiones y elusiones, permite que muchos productos ahora puedan descontar el impuesto, e incluso, motiva a los comercios tradicionales, como los tenderos de barrio a formalizarse, y puede hacer que el comprador prefiera lo formal.
Hoy, los hogares asumimos una tasa efectiva de IVA real del 5,5 por ciento, pues pagamos más de que lo que se recauda, ya que sí costeamos el valor del IVA en el comercio informal, aunque el tendero no lo declara porque cuando aumenta los precios, el impuesto queda implícito, pero no se lo paga a la Dian.
Entonces, al poner un ‘mug’ (tasa muy grande) de 18 por ciento a los alimentos, lo que pasa es sencillo: si los alimentos pesan el 20 por ciento del gasto y se les grava con ese ‘mug’, quedan pesando cerca del 23 por ciento. Esto desplaza el gasto de otras categorías en el bolsillo de los colombianos, como vestuario, electrodomésticos, turismo y vehículos nuevos, porque son muy sensibles a los cambios de precios y al ingreso disponible de los hogares. Es decir, que no solo se encarece la canasta de alimentos, sino que va a castigar el resto del gasto.
Además, este ‘mug’ tiene otro efecto, y es que muchos hogares de clase media y baja verán un enorme incentivo a ir a mercar a lugares informales donde ‘no les cobren’ ese impuesto. Esto es un sofisma, pues el tendero y los vendedores de plazas de mercado sí van a subir los precios, pero dirán que ellos no cobran el IVA y en muchos casos se quedarán con ese dinero en el bolsillo. Lo anterior causará que el comercio formal reciba un duro golpe, no solo por la caída en las ventas de alimentos, sino por las menores compras de oportunidad en sus locales, reduciendo el recaudo tributario.
Por el contrario, si la tasa de IVA universal es del 8 por ciento, los precios de muchos productos deseados por las personas bajaran y se podrán beneficiar de las garantías de los comercios organizados y vigilados por la Superintendencia de Industria y Comercio, y al subir los alimentos un 8 por ciento, el golpe será fuerte, pero es compensado en el bolsillo con la reducción de los otros precios.
El ‘mug’ tendrá un impacto en la inflación, afectando no solo el gasto de los hogares, sino las tasas de interés, los arriendos, las pensiones y obviamente el debate por el salario mínimo. A esto se suma la reflexión del exdirector de la Dian, Juan Ricardo Ortega, quien dice que se debería meter un parágrafo que diga que solo se aplica la medida cuando esté garantizado el mecanismo de la devolución a ingresos bajos.
Dicho esto, es claro que la idea es muy buena, necesaria, oportuna y muchos la apoyamos muchos, pero con una tasa y no con un ‘mug’.
Camilo Herrera Mora
Presidente, junta directiva de Raddar.
camiloherrera@raddar.net