Está claro que no es a través del proteccionismo rampante, ni entregando recursos en efectivo como los de AIS y, mucho menos, creándole un ministerio que se consolidará de manera real la industria. Esto se logrará endureciendo la lucha contra el contrabando y lavado de activos, llevando a cabo una política cambiaria permanente que estimule la productividad y generación de empleo, con lo cual se evitará que continúe la desindustrialización que hemos sufrido en los últimos 12 años, donde la Andi pasó de ser la Asociación de Industriales, para convertirse en el gremio de los importadores, que aunque genera mayores utilidades, lo hace a un costo social altísimo porque reemplazó el empleo nacional por internacional.
Es necesario seguir con políticas en las que se les disminuyan los costos a los productores e industriales como lo hicimos en la pasada reforma tributaria, que acabó con el pago del 13,5 por ciento de parafiscales (Sena, Icbf, salud), por tener formalizadas sus nóminas, sin entregarles un solo peso en efectivo, se les liberaron dichos recursos para capital de trabajo, con el beneficio adicional que no tienen costo financiero.
No obstante, para afianzar la industria debemos disminuir los sobrecostos que les representan los servicios públicos, energía, gas y agua potable, por lo que estos deben ser subsidiados para colocarlos a los mismos niveles internacionales, con lo que aumentarán su competitividad e incentivarán no solo la producción nacional, sino las exportaciones.
Para su asignación se tendrá en cuenta la generación de empleo, productividad, tamaño, ventas y utilidades, con el fin de ser otorgados estos subsidios según su desempeño de manera automática y no asignados de manera discrecional.
Esto aumentará el recaudo por que los industriales y empresarios declararán lo que realmente venden y ganan, para poder acceder a estos beneficios.
Simultáneamente, se deberán crear líneas de crédito con tasas preferenciales, con cupos según su tamaño y sector, sin repetir lo que hasta hoy se vive: que los más grandes y menos necesitan obtienen la mayoría de estos recursos, por tener los más competentes asesores y lobistas con el Gobierno.
Nunca más desembolsos y asignación por orden de solicitud, estos se darán estudiando de forma particular cada empresa o persona y los usarán de acuerdo a sus necesidades; serán cupos con montos predeterminados y rotativos.
De la misma manera, debemos revisar en la reforma tributaria que se anuncia que el impuesto al patrimonio no se convierta en permanente, porque puede ser la estocada de gracia para la industria. Si bien de forma coyuntural cumplió su cometido para cubrir parte del déficit fiscal y darle liquidez a varios sectores, de continuar por otros cuatro años, se afectará la industria, que tiene grandes patrimonios improductivos, además de plantas subutilizadas. Además, muchos empresarios ya descubrieron la forma de eludir este tributo creando pasivos ficticios para disminuir el patrimonio líquido.
Por tal motivo, mi propuesta es reemplazar el impuesto al patrimonio por el Cree, solo a la industria, gravamen directo que no tiene filtraciones, ni deducciones y se paga por utilidades, lo que a las empresas no les duele porque si ganan, pagan.
Debemos tener claro que la prioridad debe ser la producción y no la comercialización y que si no mantenemos la generación del empleo, de forma creciente, se desacelerará la economía y no consolidaremos la paz.
Camilo Sánchez O.
Exsenador
sanchezca42@hotmail.com