Resultan alentadores los enunciados que la Presidencia de la República presentó como Estrategia para la Implementación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en Colombia. Hacen parte de un plan de la ONU que tiene temas priorizados por años para el foro político. Entre otros, al 2017, el fin de la pobreza, hambre cero, salud y bienestar e igualdad de género. Para este año que galopa hacia abril, agua limpia y saneamiento, energía asequible y no contaminante, ciudades sostenibles y producción y consumo responsable. Y para el 2019, educación de calidad, trabajo decente y crecimiento económico, reducción de las desigualdades, paz, justicia e instituciones sólidas.
Creo, sin embargo, que todo puede resultar un fiasco si no se aterriza en realidades y temas cruciales, que no aparecen mentados por parte alguna.Veamos: el cambio en la concepción y la acción del Estado, definiciones territoriales sólidas y veraces cultural y étnicamente, el fin del modo de producción lineal, la creación de un modelo económico que enfrente la descomposición del factor trabajo y el nuevo capital y la demografía de un mundo que envejece.
Voy a tratar de definirlos, en el poco espacio del que dispongo, y aclarando que las miradas están centradas en Colombia. No se puede seguir con este Estado parásito y botín, ordeñado por políticos corruptos y avivatos. No es sostenible su inacción en la resolución de conflictos sociales, y su operación a base de subsidios y de un costoso aparataje burocrático, buena parte del cual es informal y distorsiona la realidad del desempleo. Se necesitan nuevos líderes y servidores públicos para un Estado fuerte pero no con el Síndrome de Proteus.
No es sostenible el modo de producción lineal, que extrae y bota, acabando con Raimundo y medio mundo. Es urgente entrar en el concepto de economía circular, en el cual se puede vivir sin tener que cambiar todo cada año y con la Espada de Damocles de que si no es así nos enfrentamos a una debacle económica. En el caso de Colombia, hay que repensar la división territorial y administrativa de este país. Volver, ¿y por qué no?, a una noción federalista que abra la puerta a una provincia del Pacífico, desde Tumaco hasta la frontera con Panamá, y una Caribe, por ejemplo, y en todo caso, a una ocupación distinta de este país apelmazado en el centro y con tres cuartas partes del territorio abandonadas.
El papel del trabajo y del capital está cambiando en el mundo, casi tanto o más que las relaciones sociales vía redes. El trabajo formal, como se ha entendido hasta ahora, es una especie en vía de extinción. Esa mutación alterará la noción de empresa, que en la suma de tecnología y automatización dejará cesantes a millones de personas, entre ellos los jóvenes frustrados que encabezarán la rebelión.
El mundo está envejeciendo para rato, es decir, ganando en salud y tiempo de vida. Una gran parte de esos adultos mayores pasarán al retiro sin pensiones ni seguridades sociales, desencadenando explosiones de angustia que es preciso desactivar. La carga pensional de los demás se está haciendo insoportable, lastrada por un Principio de Pareto.
Sin esas revoluciones, el desarrollo es más bien insostenible.