La optimista visión que pone fin a la incertidumbre y la confrontación que se han apoderado del país a partir del momento en que se elija presidente de la República, no pasa de ser cuento de hadas. ¿Marchará Colombia por los caminos de la paz y la reconciliación si Gustavo Petro es el primer mandatario de los colombianos? ¿Ocurrirá esa dicha si en el Palacio de Nariño irrumpe Germán Vargas Lleras? ¿Se cumplirá el espejismo si es cualquiera de los otros candidatos?
Aporto respuesta negativa a todas esas preguntas.
Por una sencilla razón. Colombia, su democracia, su esquema político, agotaron un modelo de funcionamiento –como sus sistemas de salud, pensiones, y el gran pilar, el engranaje laboral–.
Este país tiene que reinventarse, apretando las clavijas de vectores fundamentales: ser el tercer país más desigual del mundo, la corrupción, la informalidad, la delincuencia, la ocupación criminal del territorio nacional por bandas narcotraficantes y grupos criminales (primer país productor de coca), el abandono social de inmensos sectores de población, un equivocado modelo de educación, el oneroso sostenimiento del aparato estatal, la fragilidad de sus fronteras, el éxodo de ciudadanos venezolanos, que el gobierno llega a solucionar dos años después, el posconflicto (verdadera galleta del proceso de paz), qué hacer con el Eln, cómo remediar el fracaso de la industria y del agro. Tantos asuntos…
Eso no se puede remediar eligiendo a un candidato para simplemente abofetear a los corruptos y a los enmermelados ... Tampoco designando a un delfín continuista que les dé un último aire a los de siempre. No se soluciona con aventuras ni cartas marcadas.
Ya es hora de que los candidatos dejen de andar por las nubes y se den una pasadita por esta tierra. En donde el odio ha crecido por el Sí y el escamoteado No, por Santos y Uribe, por los que tienen mucho y los que no tienen nada, por la paz sin justicia, por el pasado, el presente y el futuro. Pero sobre todo, por esta vergonzosa indiferencia ciudadana. Por los que hacemos de la presencia frente a una urna electoral nuestro único ejercicio democrático. Y luego nos vamos a criticar. Por la verdadera fuerza electoral de este país: el voto en blanco, la apatía, el ‘meimportaunculismo’ de 36’024.467 colombianos habilitados para votar que veremos cómo un país de 50 millones de habitantes es gobernado por alguien que puede ser elegido por el 10 por ciento de ese censo.
Propuesta. Elecciones de Congreso: que los medios de comunicación dejen de contar las historias que les cuentan los candidatos y, unánime y colectivamente, publiquen las evaluaciones serias de quienes se presentan, como se hizo hace mucho tiempo ¿Por quién votar?, el trabajo de Propúblicos y la Fundación para el Periodismo Investigativo.
Elecciones presidenciales: un acuerdo sobre lo fundamental entre los candidatos definitivos, en el que se pacte el propósito de la unidad nacional, el trabajo conjunto, la promoción efectiva de la tolerancia y la convivencia, el llamado al deber y la vigilancia ciudadana, y acciones concretas y visibles, con cronograma, sobre los puntos mencionados al comienzo de esta nota y sin resolver los cuales no vamos a ninguna parte.