Llama mucho la atención que haya tanto protagonista del ‘Sí’ rasgándose las vestiduras, a raíz de las dificultades que enfrenta la implementación del acuerdo Santos-‘Timochenko’.
Qué esperaban? Suponían que imponer lo acordado, después del pronunciamiento mayoritario de los colombianos en favor del ‘No’ en el plebiscito, sería algo intrascendente? Lo que está sucediendo es, exactamente, aquello que quiso evitarse, cuando, después de ese resultado histórico, se planteó la importancia para el país de buscar un gran acuerdo nacional en procura de la paz. Bueno es recordar, o informar a todo aquel que no lo sepa, que ese planteamiento incluía apoyar la implementación y desligar dicho proceso de la batalla electoral, si el mencionado entendimiento se lograba. ¡Esa era la idea!
Se trataba de reconocer el pronunciamiento popular, que significaba darle el mandato al Presidente de no implementar lo suscrito con ‘Timochenko’ y proceder a lo que respaldó la mayoría de los votantes, es decir, buscar algo mejor.
Todo lo que está ocurriendo quedará registrado en las páginas del archivo nacional como la pérdida de una oportunidad sin par para esta tierra agobiada, que, sin embargo, jamás entierra la esperanza.No fue poca cosa que el capitán del equipo victorioso, Álvaro Uribe Vélez, en lugar de salir a celebrar la victoria en tono desafiante, haya preferido el camino de la discreción y el patriotismo.
Infortunadamente, fue imposible llegar a la coincidencia nacional cuyo efecto hubiera sido entregarle a Colombia un acuerdo con gran respaldo y, por lo tanto, sólido y duradero. Se escogió otro camino. El del no se puede, porque, según la argumentación oficial, la presión de las Farc había llegado a un extremo ya imposible de contener.
Con seguridad, existieron otras razones, vinculadas a la fecha de la gran ceremonia internacional en Oslo. Seguramente, se pensó que era mejor llegar el día fijado a la capital de Noruega con el papel reformado y rubricado, toda vez que semejante logro sería visto con admiración y gratitud por los asombrados observadores de la comunidad internacional. Así fue.
Hubo aplausos en todos los continentes, frases laudatorias y expresiones de admiración por comentaristas generosos, pero alejados de la dura realidad colombiana. Y muchos rechazos en Colombia, además de inmensa preocupación, habida cuenta de que varios puntos son malos para el país. Dañinos, pues crean inseguridad jurídica, le garantizan impunidad a los narcotraficantes miembros de las Farc, afectan la propiedad privada y crean un tribunal político revanchista.
¿En qué estamos ahora?Toca repetirlo, nos encontramos en el escenario que quiso evitarse, después de explicar con afán, angustia, si se quiere, las razones que respaldaban el sueño de construir el tantas veces mencionado acuerdo nacional para la paz. Dura realidad, señor Presidente, porque los efectos negativos se están sintiendo, y seguirán ocurriendo. Usted se equivocó en materia grave y echó a la caneca de la basura una opción buena para Colombia. Por fortuna, la democracia nunca cierra las puertas para que se hagan las rectificaciones necesarias. Miremos con esperanza el 2018.