Después de haber, dizque ‘refrendado’ el acuerdo entre un gobierno y un grupo armado organizado al margen de la ley, el Congreso se prepara para seguir acatando las instrucciones del Ejecutivo. Lo ‘refrendó’ sin que esa cosa de la ‘refrendación’ exista en el mundo institucional, en una sesión irregular, desconociendo la verdadera razón de ser de la función de control político e inventándose una interpretación, carente de fundamento, de la llamada ‘cláusula general de competencia legislativa’.
Actuó, a pesar de que, en ejercicio de las funciones que tiene como director exclusivo de los procesos de paz, el Presidente no puede hacer uso de ellas para alterar las competencias de los poderes. A ese mismo Congreso, le importó poco que ya había un veredicto popular, gracias al plebiscito del 2 de octubre, y se saltó con garrocha la providencia de la Corte Constitucional, en la cual el alto tribunal sentenció que el efecto de ese pronunciamiento era el de “reflejar cabalmente las preferencias de la mayoría”.
Todo eso ocurrió en medio del ruido minoritario, pero hecho con muchos medios y bien orquestado, de los que fueron derrotados por los ciudadanos que votaron ‘No’.
El efecto real de lo que sucedió es que el papel que le dará gloria al Presidente en Oslo, es un acuerdo débil e interino, que está lejos de recoger el apoyo político y social necesario para que sea duradero.
Y esta semana vendrá la otra dosis. Así como el jefe del Ejecutivo le ordenó al parlamento que “refrendara” su obra con los herederos de ‘Marulanda’, ahora le repetirá que tiene que aprobar la reforma tributaria, porque si no lo hace Colombia perderá el grado de inversión y se encarecerá el financiamiento externo.
Como se demoró en presentar el proyecto, a fin de garantizar la victoria del ‘Sí’, presionará a los congresistas para que todo se haga a la carrera. Lo más preocupante es que, en este caso, van a tener prioridad las cuentas de servilleta. Para que no nos engañemos, el gobierno lo que quiere es conseguir que al fisco le entre plata adicional por cuenta de los impuestos, para tapar el hueco que él mismo abrió. Y eso requiere que las personas y las empresas paguen más.
Así de sencillo y de grave, toda vez que lo que está buscando es tributación adicional, cuando, simultáneamente, caen la producción, la inversión y la demanda, suben los déficits de cuenta corriente y fiscal, y la deuda externa.
Claro que se necesita mayor músculo fiscal. Pero los mejores ejemplos internacionales enseñan que ese objetivo se consigue bajando la carga tributaria, no subiéndola; acabando con el derroche gubernamental, no haciendo propaganda oficial multimillonaria, ni inflando el gasto improductivo; tomando medidas eficaces contra la evasión, que se calcula en 4 por ciento del PIB, de renta e IVA, y combatiendo, con el mayor rigor, sin contemplaciones, la corrupción.
Estas deben ser las bases de una verdadera reforma tributaria, que responda, de verdad, al centenario principio de que “no hay tributación sin representación”, en vez de reflejar la sumisión del Legislativo.
Carlos Holmes Trujillo G.
Excandidato a la vicepresidencia
carlosholmestrujillog@gmail.com
Ahora, el dolor de la tributaria
Se necesita mayor músculo fiscal. Pero los mejores ejemplos internacionales enseñan que ese objetivo se consigue bajando la carga tributaria.
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