La recuperación del precio del petróleo, que está por encima de 50 dólares el barril, ha dado lugar a una nueva oleada de cuentas optimistas. Se está hablando de la duplicación de las inversiones en producción, del incremento de los pozos de exploración y de la vigorosa reiniciación de actividades en las distintas etapas del proceso productivo. Son buenas noticias, desde luego.
Sin embargo, se trata, para Colombia, de una posibilidad alentadora que no depende, en realidad, de nuestra verdadera capacidad interna. La cotización del crudo tiene que ver con factores que escapan al manejo nacional. Depende de las decisiones de los principales países productores miembros de la Opep y del comportamiento de grandes jugadores que no hacen parte de ese club.
También de la evolución de las fricciones militares y políticas en países del Medio Oriente y Asia, al igual que de factores relacionados con el desarrollo de la industria en Estados Unidos.
En resumen, el precio del petróleo está muy lejos de ser un asunto en el que Colombia pueda tener algo de incidencia, así sea mínima. No tenemos ninguna, para hablar con toda claridad. Se puede sí, tomar decisiones que mejoren el flujo de las inversiones dirigidas al sector en un ambiente internacional propicio. Medidas que garanticen la seguridad jurídica al inversionista y eleven la cobertura y la calidad de la infraestructura, así como la capacidad de las instituciones y credibilidad en ellas son esenciales para atraer capitales.
No obstante, aún en condiciones ideales de buenos precios y atractivos suficientes, depender de un solo producto, cuya cotización es función de lo que hagan otros, por motivos completamente ajenos a nuestros requerimientos, es una limitante que el país tiene que superar. La realidad de nuestra economía demuestra que la apuesta dirigida a confiar en que la mano invisible del mercado escogería los sectores líderes, como consecuencia de la apertura indiscriminada, fracasó. Tenemos que dejar atrás esa concepción, la cual nos metió en una trampa paralizante.
El presente y futuro deben mirarse con una visión distinta. Es hora de poner en marcha una política de concertación con el sector productivo colombiano para identificar sectores y productos en los que podamos ser realmente competitivos y cuenten con mercados amplios. El compromiso del Gobierno debe ser apoyar a fondo los esfuerzos de los empresarios en las distintas áreas identificadas conjuntamente, y el de las empresas cumplir con las metas de investigación y desarrollo, calidad, cantidad y oportunidad de entrega.
Por otra parte, la mencionada política debe liderarla personalmente el jefe del Estado. Teniendo en cuenta la magnitud de este empeño, no puede haber lugar para la delegación de la responsabilidad, ni siquiera en cabeza del ministro del ramo. Los encuentros para evaluar, corregir, ajustar, complementar, con el fin de hacer seguimiento cuidadoso, tienen que ser constantes, intensos y detallados.
Solo así conseguiremos el crecimiento acelerado de la economía colombiana, que tiene que convertirse en la nueva prioridad nacional. Para lograrlo, es inaplazable diversificar, diversificar y diversificar.
Carlos Holmes Trujillo
Excandidato a la Vicepresidencia
carlosholmestrujillog@gmail.com
Diversificar, diversificar y diversificar
Es hora de poner en marcha una política de concertación con el sector productivo para identificar sectores en los que podamos ser competitivos.
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