Cada vez que se plantea el tema tributario en Colombia, se manifiesta la fobia que todos los ciudadanos de este país le tienen a los impuestos: los pobres porque son pobres, y los ricos porque son ricos. Cómo se le van a quitar recursos a personas que viven en los límites de la subsistencia, es el argumento de quienes tienen ingresos bajos, y cómo nos van a quitar el estímulo de no pagar impuestos a nosotros que somos los que impulsamos el desarrollo de este país, es el argumento de los ricos. Total, nadie quiere pagar tributos en Colombia. Por ello, resulta conveniente volver a lo básico, con el fin de que se entienda por qué y para qué existen esas contribuciones de los ciudadanos de un país al Estado.
El Estado como tal, el cual incluye a los ciudadanos, está lleno de responsabilidades, especialmente en países como el nuestro, en donde unos pocos son cada vez más ricos, y muchos siguen llenos de necesidades y reciben unos cuantos subsidios, pero no oportunidades reales de progresar. Hoy, cómo se financian los Estados: ya vendieron todas las empresas públicas que se suponían les daban ingresos, y a algunos, como el colombiano, solo le quedan unas pocas, que no siempre dan utilidades, y aquellas del Banco de la República, bastante disminuidas. Tampoco puede poner a funcionar la máquina de producir billetes, por las inmensas consecuencias que generaba esta alternativa, y porque ahora es un deber guardar los equilibrios macroeconómicos.
Como decía una propaganda del gobierno español, la verdad es que ‘Hacienda somos todos’, recordaba José Antonio Ocampo hablando de este tema. Y eso es lo cierto. El Estado se financia con los impuestos que pagan sus ciudadanos, y, por ello, tanto la muerte como los impuestos son las dos cosas ciertas en la vida de todos, frase sabia de Benjamín Franklin. Así de simple. Actualmente si no se pagan impuestos, el Estado en todas sus ramas no tiene forma de cumplir con su obligación principal de hacer realidad los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales, para todos –óigase bien para todos– los ciudadanos del país.
Ahora bien, Colombia es un país rico, de ingreso medio alto, según la clasificación internacional. Pero resulta que tiene un estado pobre, por no llamarlo miserable. Mientras en los países de la Ocde, club al cual queremos entrar, en promedio el peso de los impuestos sobre su PIB es de 34 por ciento, en Colombia si mucho llega a 14 por ciento, y hemos tenido periodos en los cuales esto solo alcanzó el 11 por ciento.
No se necesita ser adivino para saber bajo cuál administración reciente sucedió esto. Más aún, en América Latina, que no es ningún modelo de equidad en el mundo, en algunos países esa relación es del 25 por ciento. ¿Cómo ha hecho el gobierno? Fácil, endeudarse, y no atender a millones de colombianos. De manera que tenemos amplios sectores sin las condiciones adecuadas para una vida digna. Zonas del país sin la necesaria e ineludible presencia estatal.
Cuál es el meollo del problema, llevado a su mayor síntesis. Que los individuos ricos de este país No Pagan Impuestos. La carga recae sobre los ingresos de trabajo –es decir asalariados–, todos los que pagan IVA, mientras los dueños del capital siguen con una capacidad de lobbying infinita para que los impuestos no los toquen. Como afirmó recientemente en su columna, Horacio Ayala, los ricos prefieren dar limosnas que pagar impuestos. No solo se las arreglan para pasar agachados cuando de reforma tributaria se trata, sino que se llevan sus dineros a los paraísos fiscales.
En síntesis, no hay justificación alguna para que los individuos ricos sigan evadiendo su responsabilidad de contribuir a financiar una Estado que tantos favores les hace. Ese es el meollo de la reforma tributaria, lo demás son ajustes y arandelas. Vamos a ver si esta vez logran sacarle el quite al impuesto a los dividendos como lo han hecho siempre. Mientras estos sectores llenos de dinero no cumplan con su obligación de contribuir, de acuerdo a sus capacidades, a financiar al Estado, la carga seguirá recayendo sobre los trabajadores y mucha gente seguirá viviendo en el siglo XVIII. No se trata de limosnas, que nada resuelven. Cumplan con su deber de pagar los impuestos que les toca para que el Estado atienda realmente a quienes ustedes les dan limosnas.
Una pregunta suelta y poco inocente: ¿por qué nuestros ricos estuvieron dispuestos a financiar la guerra, y les produce escozor la posibilidad de tener que financiar la paz?
Exministra - Exsenadora
Fobia a los impuestos
¿Cuál es el meollo del problema? Que los individuos ricos No Pagan Impuestos. La carga recae sobre los ingresos de trabajo es decir, asalariados.
-
guardar
save_article.message.success_title save_article.message.successsave_article.message.success_updated_title save_article.message.success_updatedHa ocurrido un error al intentar guardar este artículo
- Reportar error
- Seguir economía
Lo más leído
Téngalo en cuenta: estas son las rutas aéreas en las que más turbulencias se registran
Destacados
Más Portales
Nuestros columnistas
Alex Bouaziz
¿Es el fin del sueño americano?
Las capacidades, no la ubicación, serán el factor determinante de las oportunidades de empleo.
Rodolfo Segovia S.
Petro tenaz
Rafael Herz
Liviandad y crueldad
Luis Arango Nieto
El Cerrado brasileño: ejemplo para la Altillanura
María Sol Navia V.
El Estado no controla parte del territorio
Cesar Pabon
¿Cautela o relajamiento?
Jorge Restrepo
¿Perdemos a Ecopetrol?
Eduardo Behrentz
Seguridad: fundamento de la democracia
Carlos Tellez
Estrategias obsoletas
El direccionamiento estratégico va tomando forma sobre la marcha, incluso por inercia.
Mario Hernández Zambrano
Estoy jugado por Colombia ...
Cristina Vélez
El privilegio del voluntariado
Otros Columnistas
Cotización a pensiones se cuenta en días
Otros Columnistas
Abriendo puertas, cerrando heridas
Ricardo Santamaría
Constituyente: ¿Para qué?
Enfóquese en lo que pueda hacer bien hasta el 2026 y permita que la democracia siga su curso.
Camilo Herrera Mora
A los caricaturistas
La capacidad de decir algo fuerte, con pocas palabras e imágenes, es la virtud de haber comprendido.