Por múltiples razones, entre ellas el envejecimiento de la población mundial, la crisis de los mercados laborales y el poco valor que se le otorga a estas actividades y a quienes las realizan, el tema del cuidado es uno de los nuevos debates no solo en América Latina, sino en el mundo desarrollado. Recientemente, se realizó en Colombia un seminario sobre este asunto, que destacó el interés del gobierno –DNP en concreto– y el Fondo de Población de las Naciones Unidas en debatir las interrelaciones de esta área de política pública con otros sectores sociales. Tal vez la conclusión más evidente de este importante encuentro, y de los artículos que se escribieron sobre el tema, es que existe aún una gran confusión en este renglón, lo que obliga a discutir acerca de las distintas formas y sobre todo las más eficientes, para abordar estas demandas de la población mundial y nacional.
Cuando creíamos que el cuidado solo nos preocupaba a las latinoamericanas, como sucede con frecuencia, en el mundo desarrollado y concretamente en el Reino Unido, se ha avanzado significativamente en nuevas concepciones sobre cómo abordar esta área tanto por parte del Estado como del mercado, de una manera no solo mucho más efectiva, en términos de calidad de vida de la población, sino sobre cómo convertir al cuidado en una forma de dinamizar la economía. La inversión en economía del cuidado, se identifica como un nuevo sector productivo, que no solo fomenta el crecimiento económico por las inversiones para elevar la calidad del cuidado y en las nuevas instituciones físicas necesarias, sino que contribuye a resolver un mal no resuelto: la brecha de participación en el mercado laboral entre hombres y mujeres, la desigualdad de género y del conjunto de las sociedades mismas.
Esta nueva manera de mirar el cuidado necesario para las sociedades actuales y las crecientemente más viejas del futuro, la denominan ‘infraestructura social’ para diferenciarla y compararla en términos de impactos, con la exageradamente ponderada inversión en infraestructura en carreteras, en vías 4G, para el caso colombiano.
Es muy oportuno que se conozca en Colombia, y en el mundo los resultados del trabajo que el CiSoe espera poder realizar para América Latina. Para empezar, un estudio reciente señala que en Estados Unidos, en el 2020, la ocupación más importante será la provisión de cuidado. Se refieren en este caso a ese cuidado remunerado, fundamentalmente al servicio doméstico. El trabajo anota, además, que algunos de estos trabajadores –mujeres en su mayoría– no pudieron pagar sus cuentas esenciales a tiempo, no pueden ahorrar y, en algún momento, no tuvieron comida en su propia casa.
En Colombia, un estudio de la Escuela Sindical de Medellín mostró que en Cartagena, por ejemplo, el salario promedio de las empleadas domésticas era menor a medio salario mínimo, cuando la Ley exige un salario mínimo completo.
Serían innumerables los ejemplos que hoy son visibles de cómo el cuidado no remunerado y aún el que es parte del mercado de trabajo, sufre las consecuencias de ser identificado como un bien libre, como una actividad preeconómica, como un aporte natural, sobre todo de las mujeres. Se ignora, como lo afirma este trabajo y otras autoras, que sin el cuidado, las otras actividades económicas no serían posibles.
Más que profundizar en lo negativo, lo importante es señalar las valiosas dimensiones económicas del cuidado que se adicionan a las socialmente reconocidas. Los dos aportes económicos más evidentes son. En primer lugar, que sin la contribución del cuidado, ese trabajo en otros sectores fundamentales de la economía, no sería posible. Segundo, y no menos crítico, es el nuevo hecho que demuestra cómo las inversiones en infraestructura social –cuidado– alimentan el crecimiento económico tanto como las inversiones en infraestructura física –construcción–, con la diferencia de que las primeras disminuyen la brecha de género en la tasa de ocupación, mientras que las segundas la agravan. Las cifras son contundentes. Para siete países de la Ocde, invertir 2 puntos del PIB en infraestructura social y física genera un aumento del producto de entre 5 y 8 puntos porcentuales. No obstante, la inversión en infraestructura social, en promedio, reduce la brecha de género en la tasa de ocupación en un 26 por ciento. Mientras tanto, la inversión en infraestructura física incrementa la desigualdad en 17,5 por ciento.
Llegó la hora de tomar en serio en Colombia el tema del cuidado y particularmente el de la economía del cuidado, definida como aquellas actividades realizadas por mujeres para cuidar su hogar y su familia, que pueden hacer terceros. Esa transferencia a la corriente económica, con políticas públicas es lo que convierte el cuidado en un sector dinamizador de la economía, que tanta falta nos hace en Colombia.
Cecilia López Montaño
Exministra - Exsenadora.
Infraestructura física vs. infraestructura social
La inversión en economía del cuidado –actividades realizadas por mujeres para cuidar su hogar– se identifica como un nuevo sector productivo.
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