Estoy en medio de un intenso debate público, que podría ser interesante, pero no lo es, y ha llegado a una situación en la cual me siento amenazado.
Mi firma ha presentado un modelo de pronóstico para la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Colombia. Los resultados son distintos al conjunto de encuestas y por eso han sido cuestionados. He atendido todas las preguntas, e intentado explicarlos; y existe un documento con las premisas técnicas que los sustentan, disponible en nuestra web (www.cifrasyconceptos.com). Esto lo considero natural, aceptable, desde el principio he reconocido el riesgo y la posibilidad de que nuestro ejercicio resulte equivocado.
Algunas personas, los candidatos presidenciales y varios líderes de opinión han manifestando dudas sobre las encuestas, señalando que estas se equivocan frente a los escrutinios. Asumen que deben predecir el resultado de las votaciones. Eso es profundamente equivocado. Nada, ni nadie que yo conozca, puede predecir el resultado de una elección. Las encuestas no pueden, no pretenden y no han sido diseñadas para ello. Si el estándar de evaluación es ese, siempre estarán destinadas a equivocarse.
Presentamos una metodología estadística distinta a la medición puntual que ofrece una encuesta, en la que se involucra, además del tiempo, variables complementarias orientadas a poder hacer el mejor estimativo de lo que podrá pasar más adelante. Esa es la base del modelo de pronóstico. El nuestro está basado en los conceptos de la probabilidad condicional o estadística bayesiana, de la forma como en Estados Unidos, Nate Silver lo ha aplicado a las elecciones de ese país, y en dos ejercicios similares que mi firma ha presentado para el Senado del 2014 y el 2018. También lo realizamos para una estimación del voto latino en cinco estados de Estados Unidos.
No podríamos hacer este ejercicio sin las encuestas, no se trata de que un instrumento sea mejor que otro; se complementan y buscan aportar al análisis de manera diferente. Nuestro ejercicio se llama modelo de pronóstico, porque reconoce la incertidumbre y la posibilidad de equivocarse. No es un modelo de predicción. No creo que sea posible predecir, pero sí pronosticar.
El modelo parte de unos supuestos que hemos explicado desde el primer día y estamos dispuestos a debatir:
1. Ningún candidato puede ser electo solo con votos de opinión o únicamente con votos de estructura política: se requiere una combinación de ambas.
2. En las elecciones a Senado, las estructuras tenían mayor peso, y en las de primera vuelta, la opinión pesa sustancialmente más.
3. Tomamos como punto de partida los resultados al Senado del 11 de marzo, en particular los 222 candidatos (incluyendo la opción del logo) que obtuvieron más de 5.000 votos. Creemos que los senadores podrían trasladar entre el 10 por ciento y máximo el 60 por ciento de sus votos.
4. Para la dimensión de opinión hacemos un ejercicio con las encuestas contratadas por medios nacionales, considerando las afectaciones asociadas a el envejecimiento de la encuesta, los tamaños muestrales, la dispersión geográfica de la muestra y la técnica de recolección (telefónica o cara cara).
Nuestro propósito no es favorecer o perjudicar a ningún candidato, sino ofrecer alternativas para el análisis de la campaña y permitir que la discusión sobre el papel de las encuestas en el resultado electoral sea puesta en sus justas proporciones.
El debate sobre el modelo ha sido intenso y muchas personas lo han enfocado en críticas, duras e incisivas. Pero no se agota allí, en distintos escenarios he sido objeto de descalificaciones, insinuaciones calumniosas y agresiones verbales. También he sufrido intentos de agresiones físicas en la calle, y está en marcha una estrategia de judicialización y criminalización.
Ante la dureza y peligrosidad de estas tendencias, he tomado algunas acciones preventivas: suspendí el uso de mi cuenta personal en Twitter, he cambiado mis rutinas cotidianas, disminuido mi presencia en medios de comunicación y he conformado un equipo jurídico para defenderme de los intentos de criminalización de nuestro trabajo.
Muchos formadores de opinión, a quienes conozco y respeto, me han negado el principio de buena fe, insinuando, o afirmando, que tengo oscuras y no declaradas intenciones. A ellos les he respondido y continuare haciéndolo, con argumentos técnicos, y asumo que al cuestionarme y criticarme están intentando cumplir de buena fe con su trabajo.
Los actores políticos han atacado nuestros resultados (salvo cuando los beneficia), lo cual sucede en todas las contiendas electorales, sin embargo, hoy el nivel de sus acusaciones está sobrepasando los límites de una discusión pública, intensa y dura, pero razonable. Uno de ellos ha afirmado que estamos incursos en “fraude electoral” y se requiere la judicialización de nuestras actuaciones. Lo único distinto que hemos hecho es innovar, presentar un instrumento alternativo para alimentar el debate público, y eso es lo que hoy buscan callar, criminalizar y condenar. Agradezco a Portafolio –medio que siempre ha acogido mis opiniones– este espacio para dejar constancia de lo peligroso y atemorizador de este debate.
Continuaremos presentado encuestas y el modelo de pronóstico, con la esperanza de clarificar que las elecciones las deciden muchos factores: el desempeño de los candidatos, la publicidad, la forma como los medios cubren las campañas, los debates, las alianzas políticas, las redes sociales y la financiación. Las encuestas y los modelos de pronóstico son solo un elemento más para la discusión pública y formación de la decisión que tomarán los ciudadanos el 27 de mayo.
*Director de Cifras y Conceptos