Japón, la tercera economía en tamaño, reportó que en agosto hubo la mayor caída en la producción industrial desde el terremoto del año pasado, al tiempo que la cifra oficial de inflación sin alimentos fue negativa e indica, nuevamente, más presiones de deflación. De otra parte, y como si fuera en otro mundo, los precios de alimentos según el índice del Banco Mundial se elevaron en julio un 10 por ciento, por las altas temperaturas registradas en el norte, a la vez que las cotizaciones del petróleo llegaron, en los últimos dos meses, casi a un 20 por ciento.
La dinámica global de los últimos años, incluso después de la crisis del 2008, ha cambiado poco, acaso parece hacerse más aguda. Mientras los productos industriales compiten desde Asia, vía precios, y se enfrentan a escenarios de márgenes que solo pueden compensarse con grandes volúmenes, los problemas de oferta y suministro de materias primas ganan peso y hacen que aumente el comercio mundial de materias primas, gracias a los precios y no tanto a los volúmenes de producción.
La recesión de Europa está contagiando a Asia, pues, además de Japón, la industria se está contrayendo en Corea del Sur y China, donde las exportaciones e importaciones se han frenado rápidamente. Pero, entonces, ¿por qué los precios de materias primas permanecen altos? Por las tensiones de un posible conflicto en el Estrecho de Ormuz y por los efectos del cambio climático.
La gran recesión de países desarrollados agrava las condiciones de la industria mundial, enfrentada a una guerra de precios, como se observa, por ejemplo, en los sectores de componentes electrónicos o en los de equipos de transporte. No sabemos bien cómo podrá alterarse la dinámica actual de los patrones del comercio, pero las dificultades que se derivan de ella son importantes.
La economía mundial parece perder, aún más, su impulso, y poco ayuda a los consumidores de países desarrollados, importadores de bienes básicos, un menor poder adquisitivo, o a los Estados más pobres tener que enfrentarse a las consecuencias de una escasez de abastecimiento de alimentos. Más inflación en España por el aumento en el precio de los combustibles y la debilidad del euro hacen más dolorosos los recortes salariales y más riesgoso el alto endeudamiento del sector privado.
De otro lado, la competencia global busca conquistar los mercados emergentes, generando amenazas contra la producción local, el empleo y el propósito de lograr una mejor distribución del ingreso y la riqueza en los países en desarrollo. Se empieza a discutir abiertamente si la coyuntura global nos llevará a un renovado proteccionismo, pero esta vez disfrazado.
En Colombia, el abanico de temas es más amplio, ya que hay que contemplar los problemas asociados al contrabando, los costos de logística, entre otros. Centrar el debate solo en aquellos aspectos relacionados con la tasa de cambio termina por ser un distractor desafortunado, como se ha visto en los últimos años.
DANIEL NIÑO TARAZONA
CONSULTOR