Usualmente, el primer corte de cuentas que se le hace a un Gobierno que comienza sucede a los cien días de la posesión del nuevo mandatario. Con Iván Duque todo ha pasado más temprano.
No solo diferentes analistas realizaron su balance al cumplirse un mes de la actual administración, sino que la propia Casa de Nariño habló de “30 días de éxitos y resultados”, mientras que varios de ministerios emitieron comunicados referidos al avance de diversos temas.
Según lo observado, el Ejecutivo considera no solo que ha hecho bien la tarea, sino que las cosas van por buen camino. Iniciativas como la construcción de un gran pacto para atacar la corrupción, la fijación de metas relacionadas con la seguridad ciudadana, la redacción de un decreto orientado a combatir el consumo de estupefacientes o el diálogo con múltiples sectores, forman parte de esos primeros logros.
Además, el Presidente ha hecho acto de presencia en una veintena de municipios, pronunciado incontables discursos y encabezado seis talleres de ‘Construyendo país’, el último de ellos el sábado pasado en Amagá, Antioquia.
Tan intensa actividad no ha conseguido, sin embargo, que el talante de los colombianos muestre una mejoría sustancial. El Gallup Poll de finales de agosto reveló que la mayoría de la opinión en las cinco ciudades más grandes considera que las cosas van por mal camino, un parte negativo que confirman otras encuestas. Incluso el índice de aprobación de la gestión presidencial es bajo, quizás por las secuelas de la polarización que se vio durante el periodo electoral.
El terreno de la política es particularmente complejo. En un Congreso fragmentado, la escogencia de los integrantes del gabinete cayó mal, y peor aún la afirmación del Gobierno en el sentido de que no habrá cuotas burocráticas ni, mucho menos, ‘mermelada’. Aunque sobre el papel la coalición que respalda a la administración cuenta con una leve mayoría en el Senado, es indudable que esta es precaria, por decir lo menos.
Que hay nubes de tormenta sobre el Capitolio, es indudable. Parte de los líos provienen de la impresión según la cual Duque no cuenta con el apoyo irrestricto del Centro Democrático. La facción más dura lo considera poco comprometido con las ideas de la derecha, demasiado conciliador y nada dispuesto a poner el espejo retrovisor sobre Juan Manuel Santos. Hasta la propuesta de Álvaro Uribe respecto al salario mínimo fue interpretada como un palo en la rueda.
Y si así se comportan los que se consideran amigos, la oposición encabezada por Gustavo Petro no descansa. Aparte de movilizaciones populares, los dardos en las redes sociales abundan. Vender la imagen de un presidente light e inexperto, sirve para crear zozobra y sembrar vientos que podrían generar tempestades cuando lleguen las protestas sociales.
En el plano económico hay inquietudes. Si bien el discurso en pro del emprendimiento cayó bien en el sector privado, la demora en la presentación de la reforma tributaria sigue siendo motivo de especulación e incertidumbre. Más grave todavía son los mensajes contradictorios que confirman que una cosa es lo que piensa el Ministro de Hacienda y otra su jefe, con respecto a cómo deberían distribuirse las cargas.
Hasta ahora, Colombia ha navegado con éxito las aguas turbulentas que golpean a los países emergentes. No obstante, si en el ámbito internacional surge la impresión de que Duque no tiene la voluntad o la capacidad de hacer los ajustes que se requieren, el riesgo de una turbulencia de marca mayor sería grande.
Debido a ello, este segundo mes debería caracterizarse por la llegada de propuestas concretas y la toma de decisiones. Habrá polémicas, pero ello no debería llevar a la administración a perder la iniciativa. Porque, como en el fútbol, la mejor defensa es el ataque.