Suena contradictorio que en la misma semana en la que se confirmó que la producción petrolera por fin superó el anhelado nivel del millón de barriles diarios a lo largo de todo un mes, se diga también que la locomotora mineroenergética no tiene el mismo empuje de siempre. Sin embargo, ambas realidades son verdad y es bueno que el país las entienda.
Para comenzar, es cierto que la extracción de crudo sigue en aumento. Tanto la entrada en operación de algunos campos, como la resolución de cuellos de botella en materia de transporte y permisos ambientales, hacen pensar que el nivel alcanzado en enero se podrá sostener durante lo que queda del 2013 y seguir su camino hacia los 1,4 millones de barriles diarios a mediados de la década.
No obstante, las tasas de crecimiento de doble dígito –que fueron la norma del 2008 al 2011– parecerían ser cosa del pasado, a menos que tenga lugar el hallazgo de un gran yacimiento, algo que es posible, pero no probable. Por lo tanto, habrá que acostumbrarse a incrementos cercanos al 5 por ciento anual, una tasa aceptable mas no espectacular.
Dependiendo del comportamiento de los precios internacionales, las exportaciones petroleras –cercanas a los 30.000 millones de dólares en el 2012– podrían subir o caer. Pero el mensaje es que no será por cuenta de un volumen más alto que se compense dicha factura, a menos que eventos de marca mayor impacten las cotizaciones de los hidrocarburos.
Por su parte, el carbón enfrenta otro tipo de retos. Si bien el país cuenta con abundantes reservas del mineral, el cambio en la composición de la canasta energética, consecuencia del auge del gas de esquisto en Estados Unidos, ha variado las perspectivas. Hoy día, el valor de la tonelada es inferior en 35 por ciento al de hace un par de años y aunque todavía hay una buena demanda, las proyecciones son diferentes.
Debido a ello, las ventas no llegarán a las cifras que se proyectaban hasta hace poco, por razón de los precios. Adicionalmente, la nueva realidad ha afectado los planes de expansión de al menos dos empresas de gran tamaño que operan en el país.
Y claro, están las decisiones de las autoridades por el mal manejo ambiental de algunas firmas, como fue el caso de Drummond en la zona de Ciénaga con ocasión del hundimiento reciente de una barcaza. Sin entrar en el debate sobre los méritos de las determinaciones tomadas, los requisitos más estrictos también se van a sentir en los despachos.
Todo lo anterior hace pensar que sostener las exportaciones mineroenergéticas en el nivel del año pasado va a ser difícil. A esto, hay que agregar que la Inversión Extranjera Directa con destino a este sector se ha frenado. Según la balanza cambiaria, en las primeras semanas de enero los registros fueron inferiores en 25 por ciento a los de igual periodo del 2012.
Si dichas tendencias se mantienen, el balance en la disponibilidad de divisas puede tener variaciones fundamentales. Esa es una de las razones por las cuales hay quienes pronostican que la tasa de cambio debería subir, sobre todo si se tiene en cuenta que tanto el Emisor como el Gobierno y Ecopetrol están haciendo lo suyo para limitar la oferta de dólares.
En un escenario de mediano plazo, una menor apreciación del peso debería servir para rebalancear la marcha de una economía cuyos motores giran a velocidades diferentes. Pero esa posibilidad necesita del acompañamiento gubernamental, no solo para impulsar otros ramos como el de la construcción, sino para estar preparados ante la eventualidad de que la bonanza de los bienes primarios que le ha cambiado la cara al país, no resulte de la magnitud que se había pensado.