La información dada por la Aeronáutica Civil, en el sentido de que en el primer trimestre del año el transporte de pasajeros por vía aérea tuvo un incremento del 17,6 por ciento, con respecto a igual periodo del 2012, deja en claro que la desaceleración de la economía colombiana se puede haber sentido en la tierra, pero no en los cielos.
Y es que el total de personas que se movilizaron en el lapso mencionado llegó a 6,6 millones, con lo cual no se necesita ser un experto en estos asuntos para proyectar que el total del 2013 debería superar el nivel simbólico de 25 millones.
Ante lo sucedido, alguien podría decir que el hecho de que la Semana Santa haya tenido lugar en marzo fue el factor determinante, pero no es así.
En ese mes el incremento fue del 14,8 por ciento, un alza ligeramente inferior a la trimestral, lo cual quiere decir que el impulso venía de atrás.
Por otra parte, el mercado internacional se mantuvo vigoroso al registrar una subida del 13,6 por ciento que le llevó a algo más de 2 millones de pasajeros.
Sin embargo, la verdadera dinámica se vio dentro de Colombia, en donde el salto fue cercano al 20 por ciento, con más de 4,5 millones de personas transportadas.
Semejante ritmo es notorio en cualquier latitud, pues mantiene una tendencia que viene desde hace diez años.
Para los conocedores, tanto el clima de competencia, como el aumento en el ingreso promedio de los ciudadanos han desatado una demanda que se mantiene vigorosa, en desmedro de otros métodos tradicionales como el viaje por carretera.
Adicionalmente, ese factor ha permitido la consolidación de las compañías tradicionales, el surgimiento de nuevas empresas y la llegada de inversionistas extranjeros.
Cada uno quiere un pedazo de una torta que se ha convertido en una de las más apetitosas del hemisferio.
Aparte de celebrar lo sucedido hasta ahora, la gran inquietud tiene que ver con los desafíos que vendrán en el futuro.
En la medida en que las tasas vistas hasta el momento se mantengan, aumenta la presión sobre los encargados de planificar la ruta de un sector que, literalmente hablando, vuela cada vez más alto.
En el pasado, los cuellos de botella se han hecho evidentes, pero estos empiezan a aparecer de manera más permanente que ocasional.
No solo la infraestructura tiene rigideces, sino que también son necesarias inversiones tecnología y capital humano, con el fin de ampliar la capacidad instalada y la eficiencia de un sistema que había sido diseñado para escalas mucho menores.
En tal sentido, hay inversiones en marcha, pero los expertos señalan que falta una estrategia general que cubra todos los flancos y englobe las necesidades.
Mención aparte merece el tema del aeropuerto El Dorado en Bogotá.
Como es bien conocido, la terminal nacional debería estar lista en el segundo semestre de este año, para sumarse al muelle internacional que empezó a operar a finales del 2012. Pero aun con la entrada en marcha de la obra completa, propios y extraños reconocen que las instalaciones serán insuficientes, pues la realidad desbordó a las proyecciones.
Un caso de que eso es así ocurre todas las noches, cuando se presenta el pico de llegada de aeronaves que obliga al uso masivo de posiciones remotas.
Para quienes proceden de una ciudad dentro del país es común que el proceso de desembarcar dure más que el vuelo, mientras que los que llegan de otras latitudes tienen que agregarle una dosis de paciencia al cansancio propio que dejan los trayectos largos.
Ante esa situación y la posibilidad de que una realidad que es difícil sea susceptible de empeorar, es mejor reaccionar a tiempo.
En tal sentido, corresponde al Ministerio de Transporte liderar el proceso de definir la estrategia para los años y las décadas que vienen, con el sencillo objetivo de no experimentar más turbulencias de las necesarias en un ramo que sigue con los motores a fondo.
Ricardo Ávila Pinto