Aquel adagio según el cual ‘la primera víctima de una guerra es la verdad’, bien podría aplicársele a la recta final de la campaña presidencial en Colombia. Y es que sin escuchar las admoniciones hechas por analistas, columnistas o la gente del común, en el sentido de dejar atrás las insinuaciones sin fundamento y concentrarse en un debate constructivo, los dos candidatos que siguen en contienda mantienen las tácticas de siempre, ya sea de manera directa o a través de quienes los respaldan.
Hasta ahora, el principal objetivo de Óscar Iván Zuluaga y sus adeptos ha sido el proceso de paz y las supuestas concesiones hechas a las Farc en La Habana, que llega hasta la delirante afirmación de que el país le está siendo entregado al narcoterrorismo. Por su parte, Juan Manuel Santos se ha concentrado en la prolongación de la guerra bajo un eventual mandato de su contrincante, a lo cual sus partidarios le han agregado el posible retorno del paramilitarismo o los abusos en materia de derechos humanos. En resumen, ambos se han inclinado por jugar la carta del miedo con el propósito de inclinar a los votantes en uno u otro sentido.
Otras armas usadas tienen que ver con cuestiones de carácter. En lo que hace al postulante del Centro Democrático, se busca hacerlo aparecer como un títere de su mentor, Álvaro Uribe, y como alguien para quien el fin justifica los medios. Por su parte, el actual Presidente, es presentado como una persona poco creíble, que no tiene problemas en cambiar de postura y es demasiado afecto a la conocida ‘mermelada’.
Sin entrar a validar insinuaciones que tienen mucho de deplorables, es importante señalar que hasta hace poco parecía que había terrenos en los cuales existía un relativo consenso, como en el caso de la educación, o por lo menos el pacto tácito de no darle a ciertos temas un manejo electoral. Así pasaba con la economía, cuyo comportamiento ha sido calificado como bueno por los más diversos observadores, comenzando por los internacionales.
No obstante, tal parece que, en medio de la carrera cabeza a cabeza que revelan las encuestas, todo vale. Esa es la impresión que surge después de que la campaña de Zuluaga lanzó un comercial según el cual “Colombia tiene la urgencia de volver a crecer”. El mensaje publicitario toma como base “el informe global de competitividad del Foro Económico Mundial de 2014”, que “muestra en sus indicadores el decaimiento que ha sufrido el país durante los últimos cuatro años”.
El problema es que tal afirmación no es cierta. En ninguna parte se explica que en lugar de mirar un trabajo que mide 12 grandes pilares, que van desde el ambiente macroeconómico hasta la eficiencia de los mercados laborales, pasando por la innovación, se toma un puñado de los 119 elementos individuales que forman parte del análisis. Tampoco se dice que en algunos casos se usan encuestas y en otros, datos objetivos y, menos aún, que hay cifras de hace varios años.
Peor todavía, es que la fuente usada fue el informe que vio la luz el 3 de septiembre pasado, pues el del 2014 no ha sido publicado.
Frente al uso de verdades a medias, tiene todo el sentido el llamado del Ministro de Hacienda de blindar la economía frente al proceso electoral. Aceptando que la administración Santos ha cometido errores y se ha quedado corta en más de una tarea, la discusión tiene que darse con base en informaciones ciertas y completas.
De lo contrario, se corre el peligro de que la confianza, que ha sido la fuente del adecuado comportamiento de la demanda interna y de la inversión desde hace tiempo, se deteriore.
Convencer a la gente de que estamos mal es un arma peligrosa, que a lo mejor ayuda a ganar en las urnas, pero que puede devolverse en contra de quien quiere infundir pesimismo. Por eso, es mejor dejar a la economía quieta, si de descalificarla se trata. Siempre es válido que alguien diga que tiene cómo hacer mejor las cosas, pero eso es muy diferente a tender un manto de duda que es, a todas luces, injustificable.
Ricardo Ávila Pinto
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