Lo que millones de personas temieron durante la campaña del año pasado en Estados Unidos se hará realidad este viernes: Donald John Trump tomará posesión en Washington como el cuadragésimo-quinto presidente de la nación más poderosa del mundo. Aunque su candidatura fue objeto de burlas, el magnate neoyorquino se encargó de callarles la boca a quienes no lo tomaban en serio y llegar al que es considerado el cargo de mayor importancia en el planeta.
Su victoria rompió todos los cánones existentes y posiblemente cambie la manera de hacer política. Son incontables las veces que el empresario faltó a la verdad e insultó a sus rivales, despedazando una tradición de civilidad de décadas. Sin embargo, supo conectarse con las preocupaciones de una parte importante de los votantes: aquellos que sienten que su calidad de vida empeora y culpan al libre comercio o a los inmigrantes de sus penurias y desconfían de religiones como la musulmana.
Ahora empezará a conocerse el carácter de un mandatario que viene rodeado de incógnitas. La personalidad del nuevo inquilino de la Casa Blanca es un factor clave: impulsivo, sin experiencia en lo público, agresivo contra sus opositores y capaz de mentir, habrá que ver cómo nada en las turbulentas aguas de Washington. A esto se añade la estrecha cercanía que tendrán sus hijos y su yerno en las actividades del gobierno, lo cual ha levantado alertas sobre nepotismo.
En el plano económico, todo apunta
a un ambicioso programa de infraestructura y una rebaja de impuestos, y la probabilidad de que vengan medidas proteccionistas es alta.
Un motivo adicional de incertidumbre se relaciona con posibles conflictos de interés, dado el tamaño de su organización de negocios, con presencia en múltiples latitudes.
Aunque el mensaje es que la administración quedará en manos de sus herederos, las dudas son grandes, entre otras porque no es claro hasta dónde llegan sus propiedades.
Las semanas de transición, entre la elección de noviembre y la toma de posesión, no ayudaron a reducir la ansiedad de los observadores. Trump escogió un gabinete de multimillonarios de raza blanca que comprende presidentes de compañías petroleras, herederos de grandes fortunas y empresarios. Aunque la cotización de las acciones subió en Wall Street, ante los anuncios de los planes que vienen, la polarización de la opinión continúa.
No solo más de la mitad de los estadounidenses sienten incertidumbre por el arranque de esta etapa, sino que el mundo está nervioso ante alguien que se enorgullece de ser impredecible. Hay que mencionar sus mensajes conciliadores hacia Rusia, que incluyen críticas a las agencias de inteligencia norteamericanas por el papel del Kremlin en la contienda electoral. A lo anterior, es necesario agregar las descalificaciones sobre el papel de la Otan, la política de Alemania o la vigencia de la Unión Europea. Al otro lado del Pacífico, los dirigentes de China tienen las alarmas prendidas ante una eventual guerra comercial o un acercamiento a Taiwán.
Mención aparte merece el caso de México, cuya economía está en capilla ante los anuncios de que se construirá un muro en la frontera y que vendrá un impuesto a los productos que ingresen a Estados Unidos, elaborados en su vecino del sur. Las heridas abiertas hace más de medio siglo vuelven a abrirse, con consecuencias que pueden ser indeseables.
En el plano económico, todo apunta a un ambicioso programa de infraestructura y una rebaja de impuestos, aparte del desmonte de la reforma de salud impulsada por Obama.
La probabilidad de que vengan medidas proteccionistas es alta, tanto como un enfrentamiento con el Banco de la Reserva Federal, que tratará de hacer valer su independencia. El fortalecimiento del dólar puede convertirse en un dolor de cabeza y generar vientos huracanados para el sector financiero.
No obstante, la hora de las especulaciones terminó. El presidente Trump será juzgado no por lo que diga, sino por lo que haga. A pesar de tener un Congreso de mayoría republicana, pronto descubrirá que manejar una compañía no es lo mismo que manejar un país. Y estará obligado a demostrar que sabe administrar las crisis, que no le faltarán.
Ricardo Ávila Pinto
ricavi@portafolio.co
@ravilapinto