Tras diez días de haber tomado juramento como presidente de Estados Unidos, es evidente que solo hay un Donald Trump: el mismo que en la campaña prometió romper con el orden establecido y cuyas órdenes ejecutivas reflejan, a veces literalmente, sus puntos de vista. Atrás quedó la esperanza de que una vez instalado en la Casa Blanca, el mandatario tendría posturas más moderadas.
Faltan todavía muchas medidas adicionales por parte de una administración que se propuso poner en marcha los preceptos de “América primero” antes de que termine abril. Quizás lo que más expectativa genera es el paquete legislativo que deberá ser negociado en el Congreso y que permitiría darle dientes a ideas que, en ciertos casos, aún no se pueden poner en práctica, como un eventual impuesto a las importaciones.
No obstante, desde ya es posible distinguir los sacudones que aproximan en las siete áreas que identifica el Financial Times: comercio, política exterior, sistema de salud, política fiscal, Corte Suprema de Justicia, inmigración y cambio climático. La reiteración de que viene una oleada de proteccionismo, lo sucedido con México, o las medidas que limitan la entrada de refugiados provenientes de países musulmanes, son un abrebocas.
Para muchos de quienes le apoyan, la realidad les da la razón. En lo que atañe a la economía, el desempeño del último trimestre del 2016 estuvo por debajo de las expectativas de los analistas, siendo el auge de las compras externas el que más pesó en el resultado. El alza en el valor del dólar frente a la mayoría de las monedas del planeta, abarata relativamente los bienes manufacturados en territorio estadounidense y encarece las exportaciones.
Colombia debería dejar de pensar que como hemos sido el aliado de Washington a lo largo de décadas, nos vamos a entender bien.
COMPARTIR EN TWITTEREn consecuencia, suena apenas lógico erigir barreras con el propósito de impulsar el ritmo de la actividad productiva. Sin embargo, la otra cara de la moneda es el mayor costo que tendría un cúmulo de bienes que les permiten a los consumidores acceder a ellos. Para citar un caso, 98 por ciento de la ropa que se vende en Estados Unidos es importada, con lo cual estrenar se volvería más oneroso.
Más inquietante para el planeta es la impresión de que Trump quiere volver a barajar las cartas en materia de aliados y contradictores. Los gestos amistosos hacia la Rusia de Vladimir Putin tienen a Europa en ascuas, mientras que el impasse con Enrique Peña Nieto deja en claro que los dolores de cabeza que van a sufrir los mexicanos serán continuos.
A este respecto, Colombia debería dejar de pensar que como hemos sido el aliado incondicional de Washington a lo largo de varias décadas, nos vamos a entender bien.
Para comenzar, el aumento en los cultivos de coca puede conducir a antipáticas exigencias por parte del nuevo equipo del Tío Sam.
Y así nuestra oferta no amenace puestos de trabajo en el que es el principal destino de las exportaciones colombianas, es probable que no saldremos indemnes de restricciones al envío de productos a Estados Unidos. El proceso de paz con las Farc tampoco recibirá el apoyo que dio en su momento Barack Obama, por lo cual seríamos afortunados si logramos mantenernos por debajo del radar del Departamento de Estado y, más aún, de la Casa Blanca.
Aparte del riesgo de un desencuentro, necesitamos ser conscientes de que nos veremos afectados de manera indirecta por lo que pase en otros escenarios. Un deterioro de las relaciones con China ocasionará réplicas en todas las latitudes, mientras que un gesto de agresividad hacia México exigirá muestras de solidaridad por parte de América Latina y de la Alianza del Pacífico, que vayan más allá de una cumbre virtual.
A la lista se podrían agregar posibles deportaciones de colombianos, o el impacto de una reforma fiscal estadounidense que fortalezca más al dólar y dispare las tasas de interés.
Ello forma parte de este nuevo mundo que arrancó el 20 de enero y para el cual debemos prepararnos. Gústenos o no.
Ricardo Ávila Pinto
ricavi@portafolio.co
@ravilapinto