Aquel conocido refrán según el cual ‘una imagen vale más que mil palabras’, cae como anillo al dedo a la hora de describir en qué va el proceso de desmovilización de las Farc. Las fotografías que muestran a los guerrilleros arribando, o en camino hacia las 19 zonas veredales y siete puntos transitorios acordados, son un elocuente testimonio de la seriedad del proceso.
Faltan varios meses antes de que se concrete la dejación de las armas y el grupo rebelde se convierta en partido político. Los desencuentros en días recientes no han sido pocos, por cuenta de las fallas logísticas en las áreas en donde vivirán los futuros excombatientes. En contra de las promesas oficiales y con contadas excepciones, la norma es que no existen construcciones listas, ni acceso a servicios públicos como electricidad o agua.
Es de suponer que a la vuelta de unos días se subsanarán los problemas. Tarde o temprano la ‘guerrillerada’ contará con un techo y empezará a prepararse para el retorno a la vida civil. El monitoreo de las Naciones Unidas y la participación de la comunidad internacional ayudarán a limar las asperezas, que tampoco van a faltar
No obstante, el avance es significativo.
Para aquellos que pensaban que todo era una pantomima, ver a 6.300 hombres y mujeres de las Farc acudir al llamado de sus jefes indica que las cosas van en serio. Esa demostración de compromiso debería reforzarse en poco tiempo cuando se entregue y destruya el material explosivo, que constituye la primera de las tres fases de abandono del armamento.
La pronta salida de los menores reclutados a la fuerza es esperada por la opinión. No menos importante es enfocarse en el asunto de las disidencias, pues los estimativos oficiales hablan de unas 300 personas que decidieron hacer toldo aparte, sobre todo tentadas por el negocio del narcotráfico. Aun así, una deserción del 5 por ciento es relativamente baja y está dentro de los cálculos hechos por los expertos, lo cual no quiere decir que deba ser tratada de manera ligera.
Creer que la inversión privada se va
a dar por generación espontánea,
es algo que se ubica en el campo de
la ingenuidad.
Mientras todo eso ocurre en el campo, el paquete legislativo sigue adelante en el Congreso. Más allá de los debates y las modificaciones realizadas a los textos originales, es previsible que los desarrollos normativos se concreten, incluyendo la todavía controvertida Jurisdicción Especial para la Paz. Los opositores continúan con sus críticas, pero más de uno reconoce que sus objeciones quedarán como constancias históricas, mientras la realidad va por otro lado.
Por otra parte, está pendiente la manera en que la desaparición de una de las principales fuentes de violencia en el país, a lo largo de más de medio siglo, le va a ayudar a la economía. Sobre el papel, el dividendo de la paz es claro y apunta a una tasa de crecimiento más elevada, producto de la incorporación a las corrientes productivas de vastas zonas del territorio colombiano.
En la práctica, la situación es más complicada. Existen múltiples reportes sobre la presencia de actores violentos en aquellas regiones en donde las Farc tenían influencia, comenzando por las bandas criminales e incluyendo al Eln. Los cultivos de coca y la minería ilegal no se han ido y se mantendrán presentes, a menos que el Estado logre por fin hacer presencia en áreas apartadas y de difícil acceso, no solo con el Ejército, sino con obras, jueces, maestros y programas sociales
.
La administración de la paz y el aprovechamiento del potencial agrícola exigen también una buena gerencia, para que la oportunidad no se convierta en frustración. Es verdad que las finanzas públicas pasan por una coyuntura difícil, pero pensar que la inversión privada va a darse por generación espontánea es algo que cae en el terreno de la ingenuidad.
El posconflicto cuenta con una buena cabeza, como es Rafael Pardo. Ahora lo que requiere es tronco, brazos y piernas, para que las cosas funcionen y el progreso se vea donde nunca ha llegado.
Ricardo Ávila Pinto
ricavi@portafolio.co
@ravilapinto