No es usual que Colombia aparezca arriba en las clasificaciones que se hacen a nivel global en diversos tópicos. Por eso, resulta destacable que el país ocupe el cuarto lugar en el planeta, dentro del análisis que viene de completar el Banco Mundial con respecto a las inversiones con participación privada en infraestructuras de energía, transporte y agua.
Tomando como base una muestra de 139 economías emergentes y 6.000 proyectos individuales, la entidad calculó que los compromisos en firme en todas las latitudes consideradas ascendieron a 107.500 millones de dólares el año pasado. La cifra es superior en 6 por ciento a la registrada en el 2013, pero todavía se encuentra por debajo de los máximos históricos alcanzados al comenzar la presente década.
No obstante, salta a la vista que América Latina tiene una altísima participación en el monto señalado. Casi dos de cada tres dólares destinados a nuevas obras, con presencia del sector privado, en naciones en camino al desarrollo tendrán lugar en la región. Y a decir verdad, 55 por ciento de la suma total es explicada por tan solo tres países del área.
El primero de la lista es Brasil, con 44.200 millones de dólares. El gigante suramericano concretó negocios por 15.900 millones de dólares en vías, 12.900 millones en aeropuertos, 9.200 millones en electricidad y 3.800 millones en su sistema de ferrocarriles. Las iniciativas forman parte del esfuerzo de modernización impulsado por el gobierno de Dilma Rousseff, alentado por la Copa Mundo del 2014 y ahora por los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, programados para dentro de dos años.
El segundo puesto es para Perú, con 8.100 millones de dólares. La mayoría de los proyectos se encuentran en el capítulo de energía, pero el más grande tiene que ver con transporte de personas. Se trata de la segunda línea del metro de Lima, que debería unir a la capital con el puerto del Callao, donde se encuentra la terminal aérea. El emprendimiento tendrá una extensión de 35 kilómetros, con un valor de 5.300 millones de dólares.
Colombia no se encuentra muy atrás, al registrar 6.969 millones de dólares distribuidos en una docena concesiones, lo cual lo pone por encima de India. Tres cuartas partes tienen que ver con carreteras e incluyen los contratos de la primera ola del programa de cuarta generación, mientras que las restantes son hidroeléctricas que se sumarán al sistema interconectado en unos años.
Es de suponer que esa visibilidad del país en el listado del Banco Mundial seguirá en el futuro. Una cuenta a mano alzada de lo que se ha concretado en el 2015 –en el caso de las Asociaciones Público Privadas puestas sobre la mesa por el Gobierno y por los particulares– sugiere que el monto podría alcanzar máximos históricos.
Y eso es tan solo en el caso de las autopistas. Si las propuestas que se han hecho en lo que atañe a la infraestructura urbana o el desarrollo de edificios para uso estatal se vuelven realidad, las cifras deberían ser todavía mayores.
Todo lo anterior es muy bueno, porque comprueba que el sector privado está dispuesto a apostarle sumas importantes a la modernización en múltiples áreas en las que se necesita romper tantos cuellos de botella. No obstante, también es un llamado a la prudencia, en el sentido de contar con la capacidad institucional necesaria que garantice no solo que los riesgos y las sorpresas se minimicen, sino que las obras se llevarán a cabo dentro de los cronogramas establecidos y los presupuestos fijados.
Al respecto, el apoyo de los bancos de desarrollo es muy importante. No solo estos pueden ayudar en la adopción de las mejores prácticas orientadas a evitar descalabros, sino a compartir experiencias que funcionen en otros continentes. Si aparte de hablar, también sabemos escuchar y aprender, el inmenso esfuerzo que estamos haciendo tendrá más probabilidades de ser exitoso.
Ricardo Ávila Pinto
ricavi@portafolio.co
@ravilapinto