Tras el anuncio hecho por Juan Manuel Santos el viernes pasado, en el sentido de conformar en torno a la Fundación Buen Gobierno el equipo encargado de la reelección con miras a los comicios de mayo del 2014, es muy probable que los movimientos propios de la campaña atraigan de manera creciente las miradas de la opinión. Si bien todavía falta la decisión del mandatario sobre si presenta su nombre una vez más o no, las posibilidades de que así sea no han hecho más que subir en los últimos días. Y en cualquier caso, hay una plataforma política que buscará seguir en el poder, con lo cual el debate empezará más temprano que tarde.
Una de las razones es la aguda polarización que existe, sobre todo por cuenta del sector uribista que no solo busca una oportunidad en las urnas, sino especialmente derrotar a una administración a la que ha acusado de traicionar los principios que la llevaron a la Casa de Nariño. En tal sentido, es previsible que la pugnacidad será la constante en los próximos meses, pues Germán Vargas Lleras y su equipo probablemente acabarán aplicando aquella máxima del fútbol que dice que la mejor defensa es el ataque.
Por otra parte, los colombianos siguen pendientes del desarrollo de los diálogos de paz en La Habana. Aunque los negociadores del Gobierno señalan que nunca antes la posibilidad de una solución negociada al conflicto interno ha estado tan cerca, eso no quiere decir que las cosas sean fáciles. Para comenzar, los delegados de las Farc mantienen una actitud desafiante y confrontacional, sin que sea claro si llegar a un entendimiento este año sea factible. Además, falta ver si los eventuales acuerdos son digeribles en medio de un clima más nublado, debido a la cuenta regresiva de las elecciones.
Mientras eso ocurre, el desafío para el Ejecutivo es no distraerse en dichos temas. Para decirlo con claridad, los miembros del gabinete y los altos funcionarios tienen que esforzarse en hacer caso omiso de la política o de la paz y concentrarse en los asuntos que les competen. La razón es que los pendientes son muchos y la aplicación de los preceptos contenidos en la ley de garantías no está lejana. Debido a ello, se corre el peligro de que si una serie de tareas no se realiza antes de noviembre, comience un largo paréntesis que le puede acabar haciendo daño no solo a las aspiraciones reeleccionistas, sino a la salud de la economía y al avance de los indicadores sociales.
Por tal motivo, no estaría de más que los que se quedan reciban instrucciones precisas de Santos para que se apliquen en lo que les falta. Esto incluye hacer un análisis descarnado de los problemas de ejecución en múltiples frentes, sin caer en la complacencia que tanto le gusta a la Casa de Nariño a la hora de evaluar el progreso de diferentes programas. Aunque suene ‘escuelero’, cada Ministro debería comprometerse con una lista específica de asignaturas, para que sea revisable periódicamente.
Un sistema que consista en tener la rienda más corta puede chocar con la que ha sido la tradición del Presidente, a la hora de darles a sus colaboradores un amplio margen de acción. La estrategia de delegar es buena, pero funciona mejor cuando viene acompañada de controles para que se tomen correctivos a tiempo. Ahora que el calendario es inflexible, no queda otro remedio que insistir en los segundos.
Tampoco se pueden relegar a un lugar secundario las relaciones con el Congreso, desde el punto de vista del desarrollo de la agenda legislativa. Son muchas las iniciativas que hacen tránsito -comenzando por la de la salud- para dejar que el paso de unas o el progreso de otras quede supeditado al calendario electoral y la eventual renovación de las alianzas con los partidos que componen la Unidad Nacional. En conclusión, la campaña ha comenzado, pero la realidad sigue su curso, y eso lo tiene que tener presente el Gobierno.