No podía ser de otra manera, viniendo del Ministro de Tecnologías de Información y Comunicaciones. En lugar del boletín de prensa de siempre, ayer envió un correo electrónico a miles de personas, resaltando la labor cumplida en algo menos de cinco años de gestión, y señalando que está próximo a dejar el cargo. Así se despidió del Ejecutivo, quien para muchos no solo es la estrella del gabinete de Juan Manuel Santos, sino alguien muy difícil de sustituir en el equipo gubernamental.
Para aquellos que lo conocen, el éxito de Diego Molano Vega se puede afincar en dos grandes características personales. La primera es que es un ‘enfermo’ por el trabajo. Famosas eran sus citas a reuniones a altas horas de la noche o en las primeras del día.
Viajó incansablemente, además, a zonas del país en las que la presencia del Estado es esporádica o a las que nunca había ido un ministro, llevando tabletas, computadores, inaugurando centros comunitarios de acceso y formación en tecnologías. Todo con una energía y pasión inigualables que permitieron cerrar de forma notoria una brecha que nos separaba de sociedades más prósperas.
No era difícil sorprenderse con el cambio de personalidad: de un sosegado y serio funcionario de corbata, Molano pasaba a ser una especie de animador o figura del espectáculo, que con micrófono en mano, incentivaba a profesores, alumnos y pobladores a usar y apropiar la tecnología en sus vidas diarias.
Su otro secreto es que se rodeó de un grupo de personas, que venían del Ministerio en su mayoría, a las que inyectó su procedimiento y estilo gerencial. Eso le permitió hablarle sin temores a las compañías de telefonía móvil y liderar sin controversias el proceso de entrega de frecuencias 4G. Supo también usar su bien ganado prestigio internacional para poner a Colombia en el mapa de las economías a imitar en este tema.
El vuelco que le dio a la cartera de tecnologías de la comunicación fue total, tanto física como culturalmente. El Ministerio de las TIC funciona con estándares muy similares de creatividad, manejo de proyectos y cultura corporativa de una multinacional.
Aunque, tal vez, su mejor característica, que lo hizo diferente de la mayoría de sus pares, es que conjugó un alto conocimiento técnico de la cartera que dirigió, con un olfato político inigualable. No es claro qué paso piensa dar en el futuro, pero si opta por la vida pública podrá cosechar semillas sembradas a punta de hacer una labor profesional.
A las cifras de cumplimiento y logros alcanzados se le sumó una milimétrica estrategia de comunicación que se encargó de destacar y amplificar con mayor eco los alcances de su gestión. No por nada en el 2012, en el congreso mundial de móviles, su ‘hijo’ Vive Digital, el plan de masificación y promoción de las TIC a todo nivel, fue seleccionado como el mejor programa público de apropiación tecnológica del mundo.
Sus escasos críticos afirman que deja algunas deudas. El tema de televisión fue una de ellas. El tercer canal no pudo materializarse en su gestión, a pesar de que en la ley del Plan de Desarrollo se abrió una puerta. La modificación de la Comisión Nacional a la Autoridad Nacional de Televisión tampoco ha rendido frutos, por cuenta de pleitos y complicaciones sin resolver entre los canales privados nacionales y los operadores de TV, para mencionar un punto concreto.
No obstante, va a ser todo un desafío equiparar el respeto profesional y la visión de Molano Vega, cuya gestión sirve para decirles a los escépticos que no todo está perdido en el sector público. Al escoger a David Luna como su reemplazo, el presidente Santos volvió a la línea usual de este tipo de nombramientos en los que las consideraciones políticas pesan más que la especialización en un tema. Afortunadamente, la senda está trazada. Sería un error desviarse de ella.
Ricardo Ávila Pinto
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@ravilapinto